Por Omar Del Valle.
Hace un par de semanas asistí a una obra de teatro cuyo nombre titula esta editorial. Cuarenta y cinco minutos combinaban una sensación de oscuridad, de angustia, de desesperación. ¡Es violencia pura! pensé. Maldita sea, hija de p….Bueno, en realidad las señoritas de la vida alegre no tienen la culpa del insulto, más hiere e indigna la misma violencia.
Me molesta. La inseguridad nos aterra. Muchos pasan días, meses y años enteros y no se enteran de en dónde está, cómo es, quién la genera, ni mucho menos se percatan de sus efectos directos o secundarios. Destruye lentamente las sociedades que claman ser libres, maltrata los delgados hilos de paz social con la cual se sostiene un ambiente digno para vivir y ser.
Hoy está aquí, pasó enfrente de nosotros, nos comió la voz y nos cegó la fuerza. Repetidamente la puesta en escena mostraba los agudos gritos de las víctimas: ¿Dónde están? ¿Dónde están? ¿Ya se fueron? ¿Ya se fueron? Ijoe-pu…ijoe- pu…Retumban las paredes, un niño exclama aterradamente: ¡Mi juguete! ¡Mi juguete!...
La violencia y la inseguridad están en todas partes. Pienso que en México, en todo su haber y esplendor, lamentablemente existen dos situaciones. La primera es “la costumbre”. Uno piensa que se puede acostumbrar a ella, digo, la violencia se comenta por doquier, en los diarios, en la radio y en la televisión. Poco nos asombra cómo la violencia nos aplasta, cómo el hombre se autodestruye. ¿Quién no ha cenado viendo el noticiero que transmite la guerra? Hasta se venden revistas de mal gusto que sólo muestran violencia, sangre, destrucción…morbo. Alguien me comenta que es la misma naturaleza humana: la destrucción. No supe si morir de la rabia o de la desilusión pues quizá tiene razón. Al escuchar hablar de la violencia e inseguridad, de sus estragos, de su culpa, de su asquerosa manera de existir, de su profunda estupidez, me percato que su frialdad quebranta las buenas intenciones, las esperanzas… ¡Pero qué va! Es parte de la rutina, nada de qué preocuparse, el pan de cada día, ¿cómo ve?
Mientras se sufre, se llora, y se desmorona la moral, se crea “la nada”: la segunda situación y quizá la más alarmante. Una “nada” amarga, sombra de las sobras, un silencio completo. ¿De quién es la mudez que “la nada” causa? ¿De quiénes han conocido la violencia o de quiénes suponen estar en cargo para evitarla? Una “nada” transparente, una “nada” que parece no existir, pero sabemos lo contrario. Es “la nada” de las acciones que debiesen trabajar por encontrar soluciones. Es una “nada” tormentosa. Imagínela. Camina lenta, entre todos, nos observa detenidamente, nos agradece nuestra ceguera. Imagínela, cruza una calle, sube un camión, estruja, roba, mata y caminando se aleja muy suavemente, como flotando por nubes de algodón teñido de colores pasteles como un atardecer, un atardecer que ha sido para muchos el fin.
Mujeres, niños, ancianos, hombres, animales, etc. Toda la naturaleza se torna agresiva; es la ley de la naturaleza: el más fuerte sobrevive. En México fiscales van, fiscales vienen, promesas van y no vienen, pero la violencia sigue y se arraiga a su juego sucio. El país se nos va de las manos. Cuidado, ¡Maldita sea!
En los tres cuartos de hora de la obra observé aquella “nada”. Transitaba entre los actores. Golpeaba y burlaba, llegaba y partía. Volvía a aparecer. Inmunda. Quería no ser vista, llevaba una cara blanca, pálida como su nombre. Curioso era ver que “la nada” estaba coronada. ¿Quién corona a “la nada”?, me pregunté. Era una corona de estilo árabe, colgaban de ella telas coloridas. Telas con figuras de rayas, cuadros, y de rombos. Colores rojos, azules, distintos tonos, muchos. Los colores no representaban ni sangre ni mucho menos esperanza. ¡Sorpresa! Tampoco eran telas coloridas solamente, eran corbatas “finas”. Entendí entonces quién coronaba a “la nada”.
En México coronan a “la nada” los que la niegan tres veces antes que cante el gallo. Bola de traidores. Coronan a “la nada” los que despachan del centro cuando los problemas están en la periferia. La coronan los que buscan maquillarse como ella pues ya hasta parece que “la nada” tomó valor, es muy querida, buscada y valorada. Coronan a “la nada” la falta de sentido de la vida ajena de quienes deciden por nosotros. Ninguna novedad.
La “Intitulada” me dejó pensando, y entre tanta bruma, hace unos días me encontré con Bukowsky. Olía mal como es su estilo. Pero eso no me limitó para platicar con Charlie. Su tragedia no era más que andar por la calle. Quizá para la calle, la tragedia era tenerlo a él. De cualquier modo, dijo algo cierto: si no tienes la chispa, colapsarás. ¿Qué chispa nos falta en México?, ojalá que no sea la chispa que vi en una caricatura de Quino cuya frase dice: “he decidido enfrentar la realidad, así que apenas se ponga linda me avisan…” Quizá ésta sea la chispa de los coronadores mexicanos.
México. Feminicidio sin solución.
México. Balacera en un Kinder en Morelia.
México. Más de 300 muertos en Sinaloa en el primer semestre del año.
México. Policía Militar en Nuevo Laredo.
México. Genocidio de hace tres décadas sin resolver.
México. Guerra de guerras. Acomodos del narco.
México. Elecciones, que el próximo se haga cargo.
México. ¿Y nosotros? ¿Seguimos sin título?
Esto no es un premio de Record Guiness. ¿Hasta cuándo? ¡Carajo!
La “Intitulada”, póngale el nombre que quiera…
Me molesta. La inseguridad nos aterra. Muchos pasan días, meses y años enteros y no se enteran de en dónde está, cómo es, quién la genera, ni mucho menos se percatan de sus efectos directos o secundarios. Destruye lentamente las sociedades que claman ser libres, maltrata los delgados hilos de paz social con la cual se sostiene un ambiente digno para vivir y ser.
Hoy está aquí, pasó enfrente de nosotros, nos comió la voz y nos cegó la fuerza. Repetidamente la puesta en escena mostraba los agudos gritos de las víctimas: ¿Dónde están? ¿Dónde están? ¿Ya se fueron? ¿Ya se fueron? Ijoe-pu…ijoe- pu…Retumban las paredes, un niño exclama aterradamente: ¡Mi juguete! ¡Mi juguete!...
La violencia y la inseguridad están en todas partes. Pienso que en México, en todo su haber y esplendor, lamentablemente existen dos situaciones. La primera es “la costumbre”. Uno piensa que se puede acostumbrar a ella, digo, la violencia se comenta por doquier, en los diarios, en la radio y en la televisión. Poco nos asombra cómo la violencia nos aplasta, cómo el hombre se autodestruye. ¿Quién no ha cenado viendo el noticiero que transmite la guerra? Hasta se venden revistas de mal gusto que sólo muestran violencia, sangre, destrucción…morbo. Alguien me comenta que es la misma naturaleza humana: la destrucción. No supe si morir de la rabia o de la desilusión pues quizá tiene razón. Al escuchar hablar de la violencia e inseguridad, de sus estragos, de su culpa, de su asquerosa manera de existir, de su profunda estupidez, me percato que su frialdad quebranta las buenas intenciones, las esperanzas… ¡Pero qué va! Es parte de la rutina, nada de qué preocuparse, el pan de cada día, ¿cómo ve?
Mientras se sufre, se llora, y se desmorona la moral, se crea “la nada”: la segunda situación y quizá la más alarmante. Una “nada” amarga, sombra de las sobras, un silencio completo. ¿De quién es la mudez que “la nada” causa? ¿De quiénes han conocido la violencia o de quiénes suponen estar en cargo para evitarla? Una “nada” transparente, una “nada” que parece no existir, pero sabemos lo contrario. Es “la nada” de las acciones que debiesen trabajar por encontrar soluciones. Es una “nada” tormentosa. Imagínela. Camina lenta, entre todos, nos observa detenidamente, nos agradece nuestra ceguera. Imagínela, cruza una calle, sube un camión, estruja, roba, mata y caminando se aleja muy suavemente, como flotando por nubes de algodón teñido de colores pasteles como un atardecer, un atardecer que ha sido para muchos el fin.
Mujeres, niños, ancianos, hombres, animales, etc. Toda la naturaleza se torna agresiva; es la ley de la naturaleza: el más fuerte sobrevive. En México fiscales van, fiscales vienen, promesas van y no vienen, pero la violencia sigue y se arraiga a su juego sucio. El país se nos va de las manos. Cuidado, ¡Maldita sea!
En los tres cuartos de hora de la obra observé aquella “nada”. Transitaba entre los actores. Golpeaba y burlaba, llegaba y partía. Volvía a aparecer. Inmunda. Quería no ser vista, llevaba una cara blanca, pálida como su nombre. Curioso era ver que “la nada” estaba coronada. ¿Quién corona a “la nada”?, me pregunté. Era una corona de estilo árabe, colgaban de ella telas coloridas. Telas con figuras de rayas, cuadros, y de rombos. Colores rojos, azules, distintos tonos, muchos. Los colores no representaban ni sangre ni mucho menos esperanza. ¡Sorpresa! Tampoco eran telas coloridas solamente, eran corbatas “finas”. Entendí entonces quién coronaba a “la nada”.
En México coronan a “la nada” los que la niegan tres veces antes que cante el gallo. Bola de traidores. Coronan a “la nada” los que despachan del centro cuando los problemas están en la periferia. La coronan los que buscan maquillarse como ella pues ya hasta parece que “la nada” tomó valor, es muy querida, buscada y valorada. Coronan a “la nada” la falta de sentido de la vida ajena de quienes deciden por nosotros. Ninguna novedad.
La “Intitulada” me dejó pensando, y entre tanta bruma, hace unos días me encontré con Bukowsky. Olía mal como es su estilo. Pero eso no me limitó para platicar con Charlie. Su tragedia no era más que andar por la calle. Quizá para la calle, la tragedia era tenerlo a él. De cualquier modo, dijo algo cierto: si no tienes la chispa, colapsarás. ¿Qué chispa nos falta en México?, ojalá que no sea la chispa que vi en una caricatura de Quino cuya frase dice: “he decidido enfrentar la realidad, así que apenas se ponga linda me avisan…” Quizá ésta sea la chispa de los coronadores mexicanos.
México. Feminicidio sin solución.
México. Balacera en un Kinder en Morelia.
México. Más de 300 muertos en Sinaloa en el primer semestre del año.
México. Policía Militar en Nuevo Laredo.
México. Genocidio de hace tres décadas sin resolver.
México. Guerra de guerras. Acomodos del narco.
México. Elecciones, que el próximo se haga cargo.
México. ¿Y nosotros? ¿Seguimos sin título?
Esto no es un premio de Record Guiness. ¿Hasta cuándo? ¡Carajo!
La “Intitulada”, póngale el nombre que quiera…
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