Por Erika Cervantes.
Sexenios van, sexenios vienen, y las promesas hechas por los políticos no encuentran realización en la vida diaria de los ciudadanos. Mientras los altos mandos están preocupados por contiendas partidistas y electorales, la sociedad sufre de graves carencias, injusticias y desigualdades. La clave, desde mi perspectiva, está en que nuestros gobiernos no han puesto el énfasis en el sector adecuado, que es la sociedad misma.
La base de México desde que surgió como país libre e independiente fue el liberalismo, que se define como la teoría y práctica de la limitación del poder. La nueva nación se comprometió a garantizar las libertades individuales mediante la Constitución. A lo largo de los años este liberalismo fue adaptándose al momento histórico, lo que dio origen a distintas formas de gobierno. Así fue que el país pasó por etapas de paternalismo, de populismo, y más recientemente, de un neoliberalismo a ultranza del que aún hoy se sienten sus efectos.
Pero ninguna de estas formas de gobierno ha podido suplir las necesidades de la sociedad. Los problemas siguen siendo los mismos, pero agravados. La pobreza, las desigualdades, la inseguridad y la delincuencia han ido en aumento y los gobernantes no encuentran la fórmula para acabar con tantos problemas sociales.
Si miramos hacia atrás, parte de la solución es presentada por John Rawls, un teórico liberal, catedrático de la Universidad de Harvard cuyo libro más conocido es “Una Teoría de la Justicia” (1971) y quien a lo largo de sus trabajos logró combinar dos corrientes de pensamiento que parecían inconciliables hasta ese momento: el socialismo con el liberalismo, creando así el liberalismo social, que es la base de lo que ahora se conoce como la Tercera Vía.
Se dice que el socialismo y el liberalismo parecían no tener puntos de conciliación porque el primero de ellos busca la igualdad a costa de las libertades, y el segundo busca exaltar las libertades a costa de la igualdad. En la práctica, el socialismo puso total énfasis en la sociedad y en la comunidad. El Estado se convirtió en un todo que absorbió las funciones de la economía y de la sociedad con la justificación de querer la igualdad de los ciudadanos. La consecuencia fue que se creó un Estado totalitario con injerencia tanto en la vida pública como en la vida privada de las personas. Por su parte, el liberalismo, con la filosofía del laissez faire, dejó en manos del mercado la vida política y social de las naciones, lo que provocó que las desigualdades en la distribución de la riqueza crecieran y la brecha entre ricos y pobre se hiciera más grande.
El gran logro de Rawls fue combinar ambas propuestas para lograr la más alta libertad con la más alta igualdad con justicia social un reto difícil ¿no?
Rawls expresa el deseo de crear una sociedad bien ordenada y guiada por dos principios de libertad. El primero dice que todos tenemos derecho de gozar de individualidad. Es decir, la más alta libertad individual compatible con la libertad de los demás. El segundo principio dice que todos tenemos derecho a disfrutar del producto de la cooperación social, es decir, a gozar de una justicia distributiva que genere igualdad.
La base de México desde que surgió como país libre e independiente fue el liberalismo, que se define como la teoría y práctica de la limitación del poder. La nueva nación se comprometió a garantizar las libertades individuales mediante la Constitución. A lo largo de los años este liberalismo fue adaptándose al momento histórico, lo que dio origen a distintas formas de gobierno. Así fue que el país pasó por etapas de paternalismo, de populismo, y más recientemente, de un neoliberalismo a ultranza del que aún hoy se sienten sus efectos.
Pero ninguna de estas formas de gobierno ha podido suplir las necesidades de la sociedad. Los problemas siguen siendo los mismos, pero agravados. La pobreza, las desigualdades, la inseguridad y la delincuencia han ido en aumento y los gobernantes no encuentran la fórmula para acabar con tantos problemas sociales.
Si miramos hacia atrás, parte de la solución es presentada por John Rawls, un teórico liberal, catedrático de la Universidad de Harvard cuyo libro más conocido es “Una Teoría de la Justicia” (1971) y quien a lo largo de sus trabajos logró combinar dos corrientes de pensamiento que parecían inconciliables hasta ese momento: el socialismo con el liberalismo, creando así el liberalismo social, que es la base de lo que ahora se conoce como la Tercera Vía.
Se dice que el socialismo y el liberalismo parecían no tener puntos de conciliación porque el primero de ellos busca la igualdad a costa de las libertades, y el segundo busca exaltar las libertades a costa de la igualdad. En la práctica, el socialismo puso total énfasis en la sociedad y en la comunidad. El Estado se convirtió en un todo que absorbió las funciones de la economía y de la sociedad con la justificación de querer la igualdad de los ciudadanos. La consecuencia fue que se creó un Estado totalitario con injerencia tanto en la vida pública como en la vida privada de las personas. Por su parte, el liberalismo, con la filosofía del laissez faire, dejó en manos del mercado la vida política y social de las naciones, lo que provocó que las desigualdades en la distribución de la riqueza crecieran y la brecha entre ricos y pobre se hiciera más grande.
El gran logro de Rawls fue combinar ambas propuestas para lograr la más alta libertad con la más alta igualdad con justicia social un reto difícil ¿no?
Rawls expresa el deseo de crear una sociedad bien ordenada y guiada por dos principios de libertad. El primero dice que todos tenemos derecho de gozar de individualidad. Es decir, la más alta libertad individual compatible con la libertad de los demás. El segundo principio dice que todos tenemos derecho a disfrutar del producto de la cooperación social, es decir, a gozar de una justicia distributiva que genere igualdad.
El liberalismo social consiste entonces en tener un Estado cuya función sea la de garantizar la seguridad, la igualdad y el respeto de los derechos de sus ciudadanos, sin tener injerencia sobre la vida económica del país, que se deja en manos del mercado. El Estado existe para proteger a las personas de los abusos que se puedan generar de libre mercado, lo que implica una intervención directa en el momento en que se ponga en peligro el bienestar social. En resumen, se quiere una sociedad en donde conviva el libre mercado con la intervención del Estado a favor de los que menos tienen.
Es importante mencionar que la igualdad en Rawls no implica que todos sean iguales en cuanto a estratos sociales o a las posesiones que se tengan. Esta igualdad se refiere a que se tengan las mismas oportunidades para mejorar y para lograr un mayor bienestar. Igualdad en los derechos y en las libertades. Igualdad con justicia social en donde no haya discriminación por no tener lo que otros sí poseen. Igualdad en donde los que llegan más alto adquieran una mayor responsabilidad con los que menos tienen.
Parece utópico lograr una sociedad en la que el énfasis principal esté en la sociedad. Incluso Rawls fue duramente criticado en su momento por proponer un modelo idealista que no tenía cabida en la realidad. Sin embargo, en nuestros días se ha visto que este enfoque es el que se necesita para lograr mejores sociedades, en donde se dejen de lado los abusos del mercado y del Estado. Algunos países, de los más desarrollados, han logrado aplicar este modelo con grandes éxitos. Un ejemplo de ello es Inglaterra.
En México el reto es grande, pero no imposible. Estamos en el momento justo para empezar a sentar las bases del país que queremos tener. Y la responsabilidad recae ahora en la sociedad civil y no en el gobierno, pues ya se probó que éste únicamente ve por sus propios intereses y no por el bienestar general. Mientras la sociedad organizada no demande, no participe y no genere capital social, los gobiernos seguirán enfocados en sus asuntos. La sociedad debe exigir que las propuestas sean concretas y no dejarse impactar por las espectaculares y costosas campañas con que los candidatos bombardean al electorado.
El anhelo es que no pase otro sexenio ni más gobernantes que apliquen modelos de gobierno que dejen hundida a la sociedad mexicana. El liberalismo social puede ser la solución, puede ser una opción para nuestro México.
La autora es Lic. en Relaciones Internacionales por el Tecnológico de Monterrey y estudiante de la Maestría en Políticas Públicas en EGAP. Comentarios: erikacervantes2003@hotmail.com
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