Monday, March 23, 2009

A 15 años y otros más: el México que queremos y aún podemos.

A 15 años del fallecimiento de Luis Donaldo Colosio no dedico las líneas para expresar los sentimientos que, basados en los lazos familiares, me llevarían a hablar de la nostalgia de un momento que fue en un lugar que ya no existe.

Hoy expreso mi voz como mexicano que en pleno uso de sus derechos y libertades, insta a proponer y cumplir las ideas y acciones para el México de los justos reclamos, el México dolido por la creciente inseguridad social e instabilidad económica, el del hartazgo por la ineficiencia política de quienes ejercen el poder público y de la complicidad de grupos que se coluden en el qué hacer político para garantizar leyes y dictámenes que les protejan; el México de la sorprendente indiferencia social pero igual inmenso de impotencia por intentos fallidos para cambiarlo y del México ansioso de triunfos sinceros.

Hoy expreso mi voz ante lo mezquino e indiferente de nuestro sistema político que no ha podido internalizar el sentir de las ideas y propuestas de cientos de mexicanos que lucharon y de los que siguen luchando por convertir a tal sistema en uno eficiente y pragmático, que luchan para ofrecer al país un rumbo y dirección.

A 15 años y otros más: el México que queremos y aún podemos resume una posición y entendimiento de nuestro país basado en la discusión y en el análisis de la estructura política y social que engloba el qué hacer de los mexicanos.

No tomo crédito total de las ideas expuestas, tampoco expresan estas líneas un análisis en términos absolutos y no pretende generalizar situaciones. Son, en sí, un comienzo al llamado para la acción.

Nuestro México ha cambiado y sigue transformándose. Sería inútil argumentar que México está estancado en todos sus aspectos. Al pasar del tiempo, tenemos un México más participativo, más abierto. Hemos construido un gobierno más incluyente y un México más libre. Al pasar de los años celebramos en México mayores libertades y garantías individuales que permíten la crítica, el debate y en cierto grado la rendición de cuentas.

Tenemos un México con mayor participación. Existen cada vez más mexicanos que en sus trincheras están convencidos que la comunidad es la base de la transformación social y que más allá del bienestar individual, está de por medio la convivencia en armonía y el respeto al derecho ajeno para garantizarla.

Existen cientos de mexicanos que han tomado en sus acciones la bandera, sin ideales profanos, del compromiso individual con el todo. Dentro y fuera del país existen mexicanos convencidos que la suma de voluntades y el reconocimiento de nuestra diversidad provee la fuerza para construir nuestro presente y edificar un futuro más cierto. Los felicito por que la voluntad que los mueve es más persistente que el hartazgo que los sofoca.

Sin embargo, nuestro México no representa aún lo que queremos. Más allá de lo que hemos logrado, la realidad dista de lo que buscamos y sentimos que podemos.
Queremos un México fuerte, un México competitivo, justo y equitativo.
Queremos un México con paz social, un México que sin importar tus raíces te ofrezca las oportunidades para la realización personal y profesional.
Queremos un México honesto, un México que reconoce sus realidades y responde a la altura.
Queremos un México con promesas sólidas.
Queremos un México en el que nadie se quede al margen de la ley.

Si esto queremos, ¿por qué no lo tenemos?

Las ineficiencias del México que tenemos no sólo son políticas y económicas, también son sociales. Y para obtener el México que queremos no basta lograr la transición política y confiar en los términos de un modelo económico ya establecido: para lograr el México que queremos, requerimos también de una profunda transformación social.

Estas ineficiencias provocan la crítica y reflexión con respecto al qué hacer político y de los efectos negativos del modelo económico en el que trabajamos. El sistema que tenemos refleja también lo que como mexicanos somos; no sólo nuestra rica cultura artística y artesanal, la cultura del folklore, tradiciones y costumbres y tonos de colores; el sistema que tenemos refleja nuestra cultura social, la de la organización social, la de nuestro sentido de comunidad, pertenencia a un grupo, a una sociedad, a un país.

No vamos a poder avanzar a crear un México socialmente distinto si no estamos dispuestos a cumplir nuestras obligaciones cívicas y a comprometernos socialmente con el desarrollo y respeto de nuestros pueblos. Vivimos en un México con un alto grado de indiferencia y con profundas diferencias de clases. Este aspecto sigue creando una brecha enorme de quienes pueden y no influenciar el entorno que les rodea, de quienes pueden y no influenciar las políticas que les afectan.

Si queremos un México distinto al que tenemos, debemos acortar esa brecha. Es obligatorio. Mientras no lo hagamos, no habrá diálogo en este tema y México no logrará avanzar. No podremos tener un gobierno eficiente y un sistema social justo y equitativo sin tomar en cuenta que como sociedad también tenemos que exigirnos una transformación y actuar en la realidad.

Cientos de mexicanos lo han reconocido y están trabajando, de alguna manera, en este tema. Sin embargo, como un todo, no nos hemos atrevido a hablar de esta realidad y enfrentarla, no nos hemos atrevido hablar de esa parte cruda de la cultura mexicana, y desenmascararnos y dejarnos al desnudo; no somos nada si no somos uno y ese uno es la suma de las partes reconociendo que siendo tan diferentes formamos parte de una sola materia.

Por eso, si en México estamos hartos de una clase política mezquina y mediocre, si en México estamos hartos de la corrupción y complicidad de las cúpulas empresariales, que cierran filas, que evaden el fisco y que no invierten en capital humano; si en México estamos hartos del sistema político y económico que tenemos; si estamos hartos de la ineficiencia educativa y baja productividad; si en México estamos hartos de la impotencia por no ser escuchados por quienes deberían hacerlo; si en México no dejamos de ser indiferentes, entonces nos quedan dos opciones: o nos adaptamos o nos transformamos.

Si decidimos adaptarnos, entonces quizá la transformación será menos dolorosa, viviremos y seguiremos siendo parte de un sistema que se define solo, que refleja, como espejo, lo que no podemos.

Pero si decidimos transformarlo, no será la tarea de una persona, de un grupo, sino de una generación o varias generaciones convencidas que el México que tenemos no es el que queremos; podemos un México distinto y con persistencia podemos obtenerlo.

El triunfo que los mexicanos desean vendrá de estas generaciones, no provendrá de nadie más; el triunfo que anhelamos vendrá de las generaciones que vivan con la conciencia de que la transformación no será fácil ni se logrará en el corto plazo pero convencida de que es al hora, de que llegó el momento en el que el curso del país tenga como centro el reconocimiento de nuestras diferencias y la suma de las voluntades; el triunfo será de las generaciones cuya base sea el compromiso social con sus comunidades.

Las propuestas y caminos para lograr el triunfo esperado y el México que queremos podría contar con al menos tres características: (1) profunda consciencia social, (2) enfoque nacional y patriota y (3) extensa organización comunitaria.

A 15 años o más, aún tenemos la opción de morirnos en la hambruna de justicia, de paz y estabilidad social y económica, tenemos la opción de morir en la hambruna por la impunidad y carencia de sentido demócrata y nacionalista de quienes ejercen la voluntad política de nuestra sociedad; o tenemos la opción de transformar nuestra manera de vernos a nosotros mismos y avanzar también pensando en las generaciones venideras.

México necesita con urgencia una visión progresista, pragmática y con estrategias eficientes. Un plan de país basado en el consenso. Ya no podemos seguir siendo "presos de la clase política" que sólo dicta, en su conveniencia, lo que es mejor para el pueblo de México.

Las propuestas de país que buscamos no tratan con el rompimiento con el Estado, sino de extenderle la mano. Trabajar en conjunto. Sumando. Gobierno y sociedad. Las propuestas llaman a la transformación social.

¿Cómo lo logramos? ¿qué medios tenemos para cambiar al país? ¿cómo desarrollamos una propuesta realista basada en el debate y en el consenso? ¿una propuesta lógica y con sentido nacionalista?

Muchas mexicanas y mexicanos se han lanzado a la crítica abierta al sistema y de los propios mexicanos, se han lanzado a la crítica de quienes gobiernan y controlan el destino del país. Pese a ser un gran comienzo, no es suficiente. Necesitamos encontrar los mecanismos para que nuevas estrategias cambien la manera en que se hacen las cosas.

Es necesario discutir y crear el consenso para que de ahí emanen las estrategias. No podemos diseñar caminos sin tener rumbo. Qué dirección vamos a poner al país es la primera cuestión, de ahí surgirán las acciones.

Por ello, las acciones y mecanismos que se creen de la discusión y del consenso tienen que ir enfocados, en parte, a transformar la manera en que la participación ciudadana influye en el proceso de creación de políticas públicas.

Mientras tanto, es frustrante ver que lo que se discute en la mesa de nuestras casas, en el lugar de trabajo, con colegas, con compañeros, etc., no se pueda ver reflejado en el qué hacer de quienes conducen el país.

El mecanismo actual provoca impotencia. ¿Qué medios existen, además de la protesta y movilización social, para hacer que nuestra voz se escuche, y mejor aún, se transfiera en propuestas de políticas? En realidad muy pocos.

El sistema actual es uno en el que quien busca ejercer el poder político a través de la representación popular se acerca a las bases, consigue los votos y procede a crear políticas. Pero este sistema excluye por mucho a la organización comunitaria, su intención para el diálogo y sus propuestas de qué hacer político.

La transformación del México que queremos y del proceso de hacer políticas debe incluir la inclusión de la organización comunitaria en el proceso continuo de sus formulaciones, para su monitoreo y evaluación. Quién mejor que las mismas comunidades para proponer cuáles son sus prioridades, sus fortalezas, sus debilidades. Quién mejor que las comunidades para ejercer las mismas políticas que les influyen.

Algunos preguntan ¿quién debe de tomar el liderazgo para este debate? ¿la clase empresarial? ¿ la sociedad civil? ¿los partidos politicos? Existen en México cientos de académicos, profesionistas, empresarios y trabajadores de todos los sectores con una idea clara de lo que México necesita. Existen cada vez más centros de estudios y periodistas que podrían comenzar la organización de este debate nacional. Se debe proponer un debate honesto pero que no provenga necesariamente de la iniciativa gubernamental ni de la clase empresarial que tradicionalmente lo representa. México es mucho más que eso. Deberá ser un debate que provenga de las bases, de los mismos mexicanos que estan en la trinchera del ya merito, del esfuerzo cotidiano de hoy sí y mañana también.

Este debate por el México que queremos tienen muchas aristas por dónde comenzar. Los talentos están dentro y fuera de México, son reales, existen. La organización comunitaria, expresada en centros comunitarios, en gremios, en partidos, en grupos empresariales, etc., es la que propondrá en debates sus prioridades, es la que participará en la implementación de programas, en las auditorias, en la rendición de cuentas, en la retroalimentación. La organización comunitaria propondrá, la clase política escuchará, ambos trabajarán.

México requiere también de una política social integral, no sólo enfocada al desarrollo de los que menos tienen, los desfavorecidos del sistema y es relevante porque permite que no caigan más allá en el despojo de oportunidades. Pero México necesita también de una política social de la cultura de México, del fortalecimiento de nuestras diversidades, una política que promueva la integración social y la promoción del conocimiento de nuestra cultura entre nosotros mismos.

En México necesitamos educarnos de lo que somos y no somos. Bien podrían crearse o expandirse cuerpos de paz nacionales, que como organización promuevan el intercambio cultural de los mismos mexicanos y creen sensibilidad social y cívica a través del conocimiento de las comunidades tan diversas para entender las realidades de nuestros pueblos. Esto tendría dos objetivos: promoción de programas alternativos de desarrollo con recursos propios de la comunidad, lograr el sentido de pertenencia/propiedad de los programas y segundo impulsar la organización comunitaria/establecimiento de centros comunitarios para el diálogo, etc.

En México necesitamos del sector empresarial, del pequeño y mediano empresario, el que genera empleo, el que está en la trinchera del esfuerzo, proponiendo, buscando maneras para asegurar el éxito. Necesitamos de este sector, fortalecido, en cámaras o gremios a través de los cuáles puedan desarrollar políticas y medios de acción.

Neceistamos un sector empresarial ético, comprometido con la gobernabilidad y en contra de la corrupción. Un sector empresarial que tenga capacidad de propuestas y generen comités de vigilancia para asegurar que las políticas funcionen para el fortalecimiento del sector, para elevar la productividad y la competitividad regional y global.

En México necesitamos concordancia de políticas. Por ejemplo, que la educación sea liberada del rezago en el que su mismo liderazgo sindical la tiene sometida. Una educación progresista que vaya de la mano con la política económica para desarrollar el capital humano necesario para competir regional y globalmente.

En México necesitamos un sistema de justicia eficiente. Que nadie se quede en el márgen de la ley. En México necesitamos de la rendición de cuentas, de gobernabilidad, de fortaleza en las capacidades y de un sistema que incluya la característica de que quienes sean elegidos sean realmente responsables ante la población que representan y no a los intereses de las banderas que representan.

A 15 años y más, el México que tenemos sigue siendo el mismo México de los justos reclamos, del olvido de las comunidades, de la impunidad, de la impotencia, de la arrogancia e ineficiencia de las oficinas de gobierno; nuestro México sigue siendo el del oportunismo y corrupción, el de la indiferencia.

El México que tenemos, es por mucho, el México que no queremos.

El Estado que tenemos - al menos el que queremos - se rige por las reglas de la democracia, la suma de voluntades, el diálogo. El llamado que México nos exige hoy es para la creación de un Estado funcional, pragmático y eficiente.

Es la hora de debatir.
Es la hora de crear la visión de país que queremos.
Es la hora de crear consensos.
Es la hora de la inclusión social.
Es la hora de integrar una propuesta sólida que reconozca la situación real del país y proponga las tesis y los lineamientos de qué nos llevará a lograr lo que queremos y podemos.

Queremos un modelo, repito, funcional, el modelo de un México autónomo, libre y soberano. Un sistema mexicano que sume las voluntades y cuyo sistema político y económico responda con sentido común a las necesidades de los pueblos y regiones del país.

Una propuesta basada en el diálogo y debates representativos; una propuesta que dicte hacia dónde queremos llevar a nuestro país en los temas sociales, de educación, salud, de competitividad, en economía, en política exterior, en estabilidad social y política.

Es la hora de generar una propuesta real que represente las voluntades, que reconozca las diversidades, una propuesta real y sencilla con sentido común. Una propuesta que ofrezca rumbo y dirección.

Si es cierto que queremos un México demócrata, tendremos que actuar a la altura de sus exigencias y de la responsabilidad que el mismo sistema nos convoca. No podemos dejar que funcione solo y que sea dirigido, como hasta ahora, por unos pocos. Esto es causa, entre otras, de nuestros males.

De manera contraria, podríamos regresar a esquemas o sistemas que ya fueron probados y mostraron no haber sido la opción. Pero, si así lo quisieran los mexicanos, que así sea y entonces nos adaptaremos. Cada país elige su propio camino y como tal debiéremos aceptarlo.

Pero si este no es el caso, entonces no esperemos a que suceda de otro modo. Esta en nuestras manos. Tenemos que hacerlo y esta es la hora.

Omar Del Valle Colosio