Por Alejandro Bahena.
Vaya decepción la que se llevó su fiel narrador al asistir a una de esas reuniones proselitistas que se ha empeñado en llevar a cabo el grupo opositor (ó al menos eso es lo que nos quieren hacer creer -en realidad no se sabe cuales sean sus verdaderas intenciones (ó tal vez sean demasiado obvias) al que se supone ser el “candidato” oficial del Partido que tantos años duró en el poder.
En realidad estamos viviendo una época de estancamiento político, en donde las ideas no surgen de los razonamientos de nuestros representantes, por el contrario, éstos se limitan a expresar sus discursos burdos, sin estrategias ni vías de acción a seguir.
Aquello que más nos sorprendió fue que estando en un supuesto “foro de desarrollo económico”, no existieran propuestas claras que definieran el rumbo por el cual México tiene que alinearse para crecer económicamente; las “recomendaciones” iban circulando entre los participantes del foro (prácticamente decían lo mismo), salvo alguno que otro que se aventuraba a proponer precisamente lo que plantea el “Gobierno del cambio” y que por alguna circunstancia u otra no ha logrado implementar. De esta manera todos y cada uno de los que quieren su pedazo de pastel (ó más bien solo aquellos que al menos tuvieron la perspicacia para comprender que estaban ante un auditorio que esperaba escuchar palabras en torno a la economía del país), decían que habría que fortalecer el crecimiento interno de la nación, que habría que impulsar el desarrollo de infraestructura y la inversión en tecnología e investigación, que sería necesario crear fuentes de empleo, etcétera, etcétera, sin embargo, como se manifestó en un principio, la carencia de procedimientos y de ideas innovadoras (para concretar éstas “encomiendas”) fueron la constante en la sesión, quizás conscientes de que sus simpatizantes aplaudirían cualquier comentario que saliera de sus bocas (por más insignificante e irrelevante que éste fuera para el tema en cuestión) -y si no fue así vaya problema con el que nos enfrentamos-, pero inconscientes de que el pueblo mexicano estamos hartos de tanta habladuría y tan pocos resultados.
Este escenario tan pernicioso para las esperanzas de la sociedad mexicana infunde en un servidor la comprensión sobre la antipatía que existe entre el legítimo electorado. Es natural que ante tal situación de incertidumbre política, de despilfarro monetario (porque el chistecito que se cuenta les costó cerca de trescientos mil pesos -no se diga de las precampañas y campañas de los diversos precandidatos y candidatos a puestos de elección popular (aunque bien este acto -“foro de desarrollo económico”- podría considerarse uno de tantos gastos de precampaña de los aspirantes a la candidatura a la presidencia del partido político en cuestión)-), de falta de propuestas, y de sinvergüenza cotidiana, haga que la gente no solamente no se interese por participar en los eventos de esta naturaleza (sin ser militante de algún partido en particular), si no que al parecer cuenta con alguna clase de repelente contra asuntos políticos nacionales, los cuales han dejado de ser de incumbencia de la mayoría de la población (quizás haya caído en la desesperación de quien siempre se topa con lo mismo y no encuentra un camino que lo guíe hacia alguna alternativa confiable).
El tan esperado cambio prometido por el actual gobierno jamás ha llegado en cinco años de gestión -al menos sus hazañas macroeconómicas por las que se jactan no han sido percibidas por las familias más necesitadas (ni por las no tan necesitadas)-, y la desilusión y el desencanto amenazan con atraer cada vez más a los desatendidos a la canasta del abstencionismo y la nula participación. Ahora bien, no todas las personas han dejado caer sus brazos, existen almas que aún quisieran hacer algo por el bienestar de la nación (y claro está que poseen las cualidades y capacidades para hacerlo), sin embargo las oportunidades para este nicho son escasas.
El problema yace en que a causa del accionar de nuestros políticos la gente ha perdido la confianza; el México sin propuesta que vivimos está carcomiendo el interés de las personas por participar en la vida política de la nación. Obviamente, como se ha mencionado anteriormente, existen individuos que han luchado por hacerse un espacio de alguna manera u otra dentro de los círculos de poder, sin embargo constituyen cuerpos de presión más que entes que tomen las riendas del país. Ahora bien, si nos pusiéramos a analizar a cada uno de los aspirantes que podrían llegar a ser el máximo mandatario de la nación, veríamos (casi con seguridad) que serán difíciles los seis años venideros a partir de las elecciones presidenciales.
De todos es sabido que será casi imposible que el partido en el poder repita su estancia en “Los Pinos”, por lo tanto el triunfo del dos mil seis pertenecerá a alguno de los dos partidos restantes que en realidad tienen posibilidades de victoria (los demás buscarán alianzas o simplemente obtendrán menos del cinco por ciento de la votación). No se tiene la intención de desanimar al lector, pero a como están las cosas, sin duda alguna el escenario con el que se comenzó este documento será la constante durante las campañas del presente y del próximo año, en donde la politiquería estará por encima de las propuestas, y en donde las estrategias y las vías de acción estarán perdidas entre actos proselitistas y mítines populacheros.
El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por el Tecnológico de Monterrey. Comentarios: abahenap@yahoo.com
En realidad estamos viviendo una época de estancamiento político, en donde las ideas no surgen de los razonamientos de nuestros representantes, por el contrario, éstos se limitan a expresar sus discursos burdos, sin estrategias ni vías de acción a seguir.
Aquello que más nos sorprendió fue que estando en un supuesto “foro de desarrollo económico”, no existieran propuestas claras que definieran el rumbo por el cual México tiene que alinearse para crecer económicamente; las “recomendaciones” iban circulando entre los participantes del foro (prácticamente decían lo mismo), salvo alguno que otro que se aventuraba a proponer precisamente lo que plantea el “Gobierno del cambio” y que por alguna circunstancia u otra no ha logrado implementar. De esta manera todos y cada uno de los que quieren su pedazo de pastel (ó más bien solo aquellos que al menos tuvieron la perspicacia para comprender que estaban ante un auditorio que esperaba escuchar palabras en torno a la economía del país), decían que habría que fortalecer el crecimiento interno de la nación, que habría que impulsar el desarrollo de infraestructura y la inversión en tecnología e investigación, que sería necesario crear fuentes de empleo, etcétera, etcétera, sin embargo, como se manifestó en un principio, la carencia de procedimientos y de ideas innovadoras (para concretar éstas “encomiendas”) fueron la constante en la sesión, quizás conscientes de que sus simpatizantes aplaudirían cualquier comentario que saliera de sus bocas (por más insignificante e irrelevante que éste fuera para el tema en cuestión) -y si no fue así vaya problema con el que nos enfrentamos-, pero inconscientes de que el pueblo mexicano estamos hartos de tanta habladuría y tan pocos resultados.
Este escenario tan pernicioso para las esperanzas de la sociedad mexicana infunde en un servidor la comprensión sobre la antipatía que existe entre el legítimo electorado. Es natural que ante tal situación de incertidumbre política, de despilfarro monetario (porque el chistecito que se cuenta les costó cerca de trescientos mil pesos -no se diga de las precampañas y campañas de los diversos precandidatos y candidatos a puestos de elección popular (aunque bien este acto -“foro de desarrollo económico”- podría considerarse uno de tantos gastos de precampaña de los aspirantes a la candidatura a la presidencia del partido político en cuestión)-), de falta de propuestas, y de sinvergüenza cotidiana, haga que la gente no solamente no se interese por participar en los eventos de esta naturaleza (sin ser militante de algún partido en particular), si no que al parecer cuenta con alguna clase de repelente contra asuntos políticos nacionales, los cuales han dejado de ser de incumbencia de la mayoría de la población (quizás haya caído en la desesperación de quien siempre se topa con lo mismo y no encuentra un camino que lo guíe hacia alguna alternativa confiable).
El tan esperado cambio prometido por el actual gobierno jamás ha llegado en cinco años de gestión -al menos sus hazañas macroeconómicas por las que se jactan no han sido percibidas por las familias más necesitadas (ni por las no tan necesitadas)-, y la desilusión y el desencanto amenazan con atraer cada vez más a los desatendidos a la canasta del abstencionismo y la nula participación. Ahora bien, no todas las personas han dejado caer sus brazos, existen almas que aún quisieran hacer algo por el bienestar de la nación (y claro está que poseen las cualidades y capacidades para hacerlo), sin embargo las oportunidades para este nicho son escasas.
El problema yace en que a causa del accionar de nuestros políticos la gente ha perdido la confianza; el México sin propuesta que vivimos está carcomiendo el interés de las personas por participar en la vida política de la nación. Obviamente, como se ha mencionado anteriormente, existen individuos que han luchado por hacerse un espacio de alguna manera u otra dentro de los círculos de poder, sin embargo constituyen cuerpos de presión más que entes que tomen las riendas del país. Ahora bien, si nos pusiéramos a analizar a cada uno de los aspirantes que podrían llegar a ser el máximo mandatario de la nación, veríamos (casi con seguridad) que serán difíciles los seis años venideros a partir de las elecciones presidenciales.
De todos es sabido que será casi imposible que el partido en el poder repita su estancia en “Los Pinos”, por lo tanto el triunfo del dos mil seis pertenecerá a alguno de los dos partidos restantes que en realidad tienen posibilidades de victoria (los demás buscarán alianzas o simplemente obtendrán menos del cinco por ciento de la votación). No se tiene la intención de desanimar al lector, pero a como están las cosas, sin duda alguna el escenario con el que se comenzó este documento será la constante durante las campañas del presente y del próximo año, en donde la politiquería estará por encima de las propuestas, y en donde las estrategias y las vías de acción estarán perdidas entre actos proselitistas y mítines populacheros.
El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por el Tecnológico de Monterrey. Comentarios: abahenap@yahoo.com
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