Por Nizaleb Corzo.
El especialista en pobreza Bernardo Kliksberg, en su libro “El nuevo debate sobre el desarrollo y el rol del Estado“ (INAP 2001), señala que los gobiernos latinoamericanos en su intento de identificarse como un ente eficaz, han tratado en su discurso de negar o minimizar la pobreza. El autor deja claro que desde la década de los 80, se observa un incremento en la población ubicada por debajo del umbral de pobreza en los países latinoamericanos.
Menciona que ese disfraz estatal es operado a través de dos canales específicos. Uno ocurre cuando se trata de relativizar la situación: “Pobres hay en todos lados”, frase que ha sido utilizada como respuesta a las preguntas sobre el ascenso de las cifras de pobreza en países determinados. Por su parte, en materia económico-social, siempre se tiende a desagregar los datos, y mostrar una perspectiva comparada e histórica para determinar la situación real. La pobreza en América Latina es extensa, diversificada, y tiene actualmente incluso una fuerte expresión en las clases medias, en donde el deterioro de sus bases económicas ha generado un estrato social en crecimiento denominado “los nuevos pobres”.
Tanto los informes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo como los del Banco Mundial nos dan una visión muy específica de las condiciones sociales del continente. Prevalece la desigualdad. Más de la mitad de la población se encuentra en condiciones de pobreza. En términos concretos, más de 200 millones de latinoamericanos ganan menos de dos dólares diarios para su subsistencia.
Las nuevas teorías del desarrollo nos enfrentan a una realidad poco desdeñable, la pobreza tiene muchas caras. En México, de acuerdo con la categorización de la Secretaría de Desarrollo Social, son pobres aquellos que no cuentan ni siquiera con los recursos suficientes para comer, conocida como pobreza alimentaria, cuyos ingresos mensuales por persona son menores a 548 pesos en áreas rurales y 740 en áreas urbanas. En segundo lugar, se encuentra la pobreza de capacidades, que incluye a todas las personas que viven en pobreza alimentaria, más aquellos que sufren de acceso limitado a servicios de salud y educación, con ingresos menores a 652 y 910 pesos al mes en áreas rurales y urbanas, respectivamente. Finalmente, SEDESOL ha identificado también a la pobreza patrimonial, que se caracteriza por su insolvencia para cubrir las necesidades de alimentación, salud, educación, vestido, calzado, vivienda y transporte público. Los ingresos mensuales de estas personas no superan los 1,000 pesos en zonas rurales y los 1,487 en zonas urbanas.
Esta nueva categorización de los pobres ha hecho más evidente el rezago por el que atraviesa nuestro país.
Apenas la semana pasada, el Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México anunció que tres y medio millones de mexicanos habían dejado de ser pobres, más bien, habían dejado de pasar hambre... afortunadamente ya ganan 60 pesos más al mes –dos pesos diarios- para comer. Esto quiere decir que algunos campesinos, maestros rurales, pastores, entre otros, probablemente dejaron de percibir en promedio 547 pesos al mes para ganar 607 pesos (¡vaya!) y algunos citadinos perciben ahora ingresos promedios de alrededor de 799 pesos. Pero, todavía lo más grave del asunto es que ello, en su mayoría, se debe a las remesas, según lo indica el propio comité.
Debo señalar que el Comité es una entidad sumamente reconocida, compuesta por personajes de probada solvencia moral y académica, entre ellos se encuentra el profesor Luis Felipe López Calva del Tecnológico de Monterrey; Fernando Cortés, del Colegio de México; Rodolfo de la Torre y Graciela Teurel, de la Universidad Iberoamericana; Luis Ruvalcaba y John Scott, del CIDE, así como Enrique Hernández Laos de la UAM, entre otros. Por ello, es dudable que éstas cifras hayan sido maquilladas en favor de la gestión gubernamental actual, como lo asumió el diputado perredista Julio Boltivnik, cuyos propios métodos de medición de la pobreza presentan cifras aún mayores que las presentadas.
No obstante, aunque en cifras concretas los resultados parecerían alentadores para el gobierno federal, es cierto que en el ambiente de la sociedad no se nota, la tensión parece ir en aumento. Han crecido los índices de asalto con violencia, el robo a transeúntes, el ambulantaje, entre otros factores que se identifican con el aumento de las condiciones de pobreza. En cifras del mismo comité, más de 18 millones de mexicanos se encuentran en condiciones de pobreza alimentaria, casi 8 millones más en pobreza de capacidades y suman alrededor de 50 millones los pobres de patrimonio. Entonces, ¿a qué nos enfrentamos? A decir de las cantidades, casi la mitad del país es pobre.
Lo que es cierto es que para algunos gobiernos la política social no es importante, es considerada una carga para el Estado, de la que no es fácil desprenderse. Este enfoque ha orillado a la instrumentación de políticas sociales de bajo perfil, con consecuencias fatales para la población. Incluso, se ha procurado en algunos gobiernos eliminar de las agendas la palabra pobreza, viéndola ya en sí como un “término” cargado de connotaciones.
A diferencia de otros programas de desarrollo social en la región, parece que en México éstos se han reformado paulatinamente y han alcanzado niveles más eficientes en las alternativas que se ofrecen a las comunidades más necesitadas. Hábitat y Oportunidades han alcanzado reconocimiento internacional por su orientación en materia de desarrollo humano, a través de la creación de capital social.
El problema más grave de la pobreza, retomando palabras del maestro Kliksberg, es que ya no puede esperar... no tiene paciencia. Se trata de vidas humanas que por fortuna, tras la expectativa de nuevos gobiernos con nuevos métodos, han postergado buscar los propios como ha ocurrido en otros tiempos.
El autor es financiero; actualmente trabaja en aspectos sociales de Petróleos Mexicanos y estudia la maestría en Políticas Públicas del Tecnológico de Monterrey , Campus Ciudad de México. Comentarios: ncorzozepeda@yahoo.com.mx
Menciona que ese disfraz estatal es operado a través de dos canales específicos. Uno ocurre cuando se trata de relativizar la situación: “Pobres hay en todos lados”, frase que ha sido utilizada como respuesta a las preguntas sobre el ascenso de las cifras de pobreza en países determinados. Por su parte, en materia económico-social, siempre se tiende a desagregar los datos, y mostrar una perspectiva comparada e histórica para determinar la situación real. La pobreza en América Latina es extensa, diversificada, y tiene actualmente incluso una fuerte expresión en las clases medias, en donde el deterioro de sus bases económicas ha generado un estrato social en crecimiento denominado “los nuevos pobres”.
Tanto los informes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo como los del Banco Mundial nos dan una visión muy específica de las condiciones sociales del continente. Prevalece la desigualdad. Más de la mitad de la población se encuentra en condiciones de pobreza. En términos concretos, más de 200 millones de latinoamericanos ganan menos de dos dólares diarios para su subsistencia.
Las nuevas teorías del desarrollo nos enfrentan a una realidad poco desdeñable, la pobreza tiene muchas caras. En México, de acuerdo con la categorización de la Secretaría de Desarrollo Social, son pobres aquellos que no cuentan ni siquiera con los recursos suficientes para comer, conocida como pobreza alimentaria, cuyos ingresos mensuales por persona son menores a 548 pesos en áreas rurales y 740 en áreas urbanas. En segundo lugar, se encuentra la pobreza de capacidades, que incluye a todas las personas que viven en pobreza alimentaria, más aquellos que sufren de acceso limitado a servicios de salud y educación, con ingresos menores a 652 y 910 pesos al mes en áreas rurales y urbanas, respectivamente. Finalmente, SEDESOL ha identificado también a la pobreza patrimonial, que se caracteriza por su insolvencia para cubrir las necesidades de alimentación, salud, educación, vestido, calzado, vivienda y transporte público. Los ingresos mensuales de estas personas no superan los 1,000 pesos en zonas rurales y los 1,487 en zonas urbanas.
Esta nueva categorización de los pobres ha hecho más evidente el rezago por el que atraviesa nuestro país.
Apenas la semana pasada, el Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México anunció que tres y medio millones de mexicanos habían dejado de ser pobres, más bien, habían dejado de pasar hambre... afortunadamente ya ganan 60 pesos más al mes –dos pesos diarios- para comer. Esto quiere decir que algunos campesinos, maestros rurales, pastores, entre otros, probablemente dejaron de percibir en promedio 547 pesos al mes para ganar 607 pesos (¡vaya!) y algunos citadinos perciben ahora ingresos promedios de alrededor de 799 pesos. Pero, todavía lo más grave del asunto es que ello, en su mayoría, se debe a las remesas, según lo indica el propio comité.
Debo señalar que el Comité es una entidad sumamente reconocida, compuesta por personajes de probada solvencia moral y académica, entre ellos se encuentra el profesor Luis Felipe López Calva del Tecnológico de Monterrey; Fernando Cortés, del Colegio de México; Rodolfo de la Torre y Graciela Teurel, de la Universidad Iberoamericana; Luis Ruvalcaba y John Scott, del CIDE, así como Enrique Hernández Laos de la UAM, entre otros. Por ello, es dudable que éstas cifras hayan sido maquilladas en favor de la gestión gubernamental actual, como lo asumió el diputado perredista Julio Boltivnik, cuyos propios métodos de medición de la pobreza presentan cifras aún mayores que las presentadas.
No obstante, aunque en cifras concretas los resultados parecerían alentadores para el gobierno federal, es cierto que en el ambiente de la sociedad no se nota, la tensión parece ir en aumento. Han crecido los índices de asalto con violencia, el robo a transeúntes, el ambulantaje, entre otros factores que se identifican con el aumento de las condiciones de pobreza. En cifras del mismo comité, más de 18 millones de mexicanos se encuentran en condiciones de pobreza alimentaria, casi 8 millones más en pobreza de capacidades y suman alrededor de 50 millones los pobres de patrimonio. Entonces, ¿a qué nos enfrentamos? A decir de las cantidades, casi la mitad del país es pobre.
Lo que es cierto es que para algunos gobiernos la política social no es importante, es considerada una carga para el Estado, de la que no es fácil desprenderse. Este enfoque ha orillado a la instrumentación de políticas sociales de bajo perfil, con consecuencias fatales para la población. Incluso, se ha procurado en algunos gobiernos eliminar de las agendas la palabra pobreza, viéndola ya en sí como un “término” cargado de connotaciones.
A diferencia de otros programas de desarrollo social en la región, parece que en México éstos se han reformado paulatinamente y han alcanzado niveles más eficientes en las alternativas que se ofrecen a las comunidades más necesitadas. Hábitat y Oportunidades han alcanzado reconocimiento internacional por su orientación en materia de desarrollo humano, a través de la creación de capital social.
El problema más grave de la pobreza, retomando palabras del maestro Kliksberg, es que ya no puede esperar... no tiene paciencia. Se trata de vidas humanas que por fortuna, tras la expectativa de nuevos gobiernos con nuevos métodos, han postergado buscar los propios como ha ocurrido en otros tiempos.
El autor es financiero; actualmente trabaja en aspectos sociales de Petróleos Mexicanos y estudia la maestría en Políticas Públicas del Tecnológico de Monterrey , Campus Ciudad de México. Comentarios: ncorzozepeda@yahoo.com.mx
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