Saturday, June 11, 2005

La Restauración Nacional

Por René A. Ramos.

“Amo a quienes como pesadas gotas caen una por una de las oscuras nubes sobre el hombre: pues son heraldos de que el relámpago ha de venir y están dispuestos a sucumbir como heraldos”.

- Friedrich Nietzsche –

La paradoja del mexicano en los eventos internacionales es evidente: una mexicana obtiene plata en ciclismo y es objeto de fiesta nacional, cuando en otros países constituye un desafortunado intento de obtener la gloria olímpica. Sin embargo, una medalla de plata para una mexicana seguramente vale más que el oro de una norteamericana, ¿por qué? Sencillamente porque esta mexicana representa el caso ejemplar de una persona que ante todas las circunstancias adversas del país, no sólo pudo vencer a sus rivales atletas internacionales, sino también a todo burócrata ineficiente del que no recibió recursos; sobrepasó todas las dificultades de infraestructura deportivas inadecuadas, su motivación sobrecompensó todos los programas de entrenamiento y alimentación que otros países proveen a sus atletas, venció todos los intentos de una federación deportiva por minimizarle sus oportunidades olímpicas, pero más importante, sobrepasó las pesadas cargas de una cultura mexicana que poco le importa el deporte nacional. Sólo bajo este lente, podemos entender que la plata para Belén Guerrero es en realidad un metal más precioso que el oro mismo.

Siguiendo este mismo ejemplo, los medios rápidamente averiguaron que el presidente del comité olímpico mexicano tuvo su estancia en Atenas en uno de los mejores hoteles de Grecia, donde inclusive los jefes de estado de muchos países se dieron el lujo de hospedarse. Es increíble realmente que una federación del deporte argumente que carece de fondos para armar un buen comité olímpico, siquiera para proveerle una buena bicicleta a Belén, pero mientras, efectivamente tiene la capacidad para hospedar a su presidente en un hotel en el que se derrocha lujo.

Este caso se extiende no sólo a la vida deportiva del país, sino a muchos más casos que perjudican la vida social y económica de este país. Sólo para citar otro ejemplo, y del cual estoy personalmente más enterado debido a mi esfera laboral, menciono a continuación: ¿sabe usted cuánto le cuesta al país sostener a un diputado federal –llámesele bonos, prestaciones, “herramientas de trabajo”, salario base, deducciones, seguro médico, etc.? El dato que apareció en el Economista en una de sus ediciones fue más de ¡$250,000 pesos mensuales! ¿Sabe usted que con esa suma se puede extender una línea de crédito mensual muy significativa a 25 PYMES? Si a mí me pregunta en lo personal, yo como ciudadano prefiero apoyar a 25 microempresarios que permitan atenuar la marginación social y que creen las bases para un desarrollo sostenible que alimentar a una aristocracia pública que ni siquiera es capaz de aprobar una ley de egresos hasta esta fecha (mayo 2005) y que en teoría debería haber estado funcionando desde enero, para que de esta manera las dependencias públicas estuvieran trabajando bajo presupuestos claros y consistentes a las capacidades financieras del país.

¿Cuántos casos más existirán en la vida del país que no hemos considerado y que de cierta manera, parecen inclusive hasta cuentos de niños? Cerca de la ciudad de Chihuahua inauguraron hace un par de años la nueva planta termoeléctrica. Era de tal grado tecnológico que hasta japoneses tuvieron que ser contratados para diseñarla y ponerla en operación. Un grupo de ingenieros japoneses, fascinados al ver que la vida laboral en México era tan flexible, aceptaron irse a echar una copas con los técnicos mexicanos (lo cual no pudieran haber hecho en Japón por supuesto). Ya después de que los colores se les subieron a esos pálidos rostros orientales, los ingenieros japoneses, restringidos por la barrera lingüística que enfrentaban con sus compadres mexicanos, y a través de una extraña mezcla de inglés poco ortodoxo y un gesto de mover la cabeza de lado a lado como en forma de desaprobación, confesaron: “you Mexicans, no, no, no, …”.

¿Sabían ustedes que sólo el 13% de toda la inversión extranjera directa del mundo desarrollado se coloca en países en desarrollo según los datos de la Conferencia de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCTAD) para el 2002? ¿Por qué creen ustedes? Sencillamente porque el 87% de la inversión extranjera encuentra económicamente más competitivo invertir en países con estructuras productivas eficientes como lo son las de otros países desarrollados que invertir en países como México donde los japoneses dicen “no, no, no,…”, o en países donde el desarrollo está obstruido por parásitos públicos que no avanzan ni dejan avanzar (algo así como la alegoría de los cangrejos en la cubeta).

¿Realmente creen ustedes que las reformas estructurales serán la cura de nuestros problemas de competitividad internacional? ¡No seamos fetichistas! ¡Nunca alcanzaremos a otros países que tempranamente desarrollaron e implementaron políticas coherentes de desarrollo desde mediados del siglo pasado si nosotros, aún hasta el día de hoy, seguimos tirándonos la pelotita entre partidos políticos para ver quien se lleva el mérito de colgarse las medallas de reforma en el país!

¿O a caso creen ustedes que la democracia va a venir como una ola de luz al amanecer que irá iluminando nuestro país mientras salga el sol cada vez más? ¡Por su puesto que no! ¡No nos comamos las mentiras de los países poderosos que buscan implementar sus políticas de primer mundo en una realidad tan retrógrada como la nuestra! ¡Nuestra realidad es diferente, y en nuestro caso no podemos pensar que la democracia es la varita mágica que al tocar los problemas nacionales los convierte supuestamente en soluciones a través de un mayor consenso público! ¿Cuál democracia amigos? ¿Le podemos llamar democracia a un país donde esperamos que un pueblo otorgue decisiones bien estructuradas cuando las autoridades viales pueden ser corrompidas por $20 pesos? ¿Dónde el público intercambie su voto por un costal de cemento o un buen desayuno el día de las elecciones? ¿Dónde las campañas electorales sean un concursos de imagen “Mr. Mexico 200X” cuyo vencedor sea el que coloque un mayor y mejor número de fotografías suyas en las paredes y postes de la ciudad (si tiene buena sonrisa, palomita; si está remangado, palomita; si cubre la papada, palomita; etc.)?

No requerimos de estadistas que nos sugieran qué modelos políticos somos los mexicanos susceptibles de importar. De letrados defensores de la democracia y del desarrollo que nos expliquen cuáles fueron las vías del éxito de sus países. Saben, ahora recuerdo que en el libro “El líder que esperamos” escrito por un célebre miembro de la orden masónica del país, expone al principio un breve relato que narra un momento donde el presidente de los EEUU estaba un poco preocupado porque temía las posibilidades de una agresión mexicana en cualquier momento oportuno luego de su anexión de la mitad del territorio nacional, para lo que uno de sus consejeros sagaces y visionarios (como se han caracterizado ser los norteamericanos desde siempre) le sugirió: “no intentes colocar un estadounidense como jefe de gobierno, pues sabes que los mexicanos nunca lo aceptarían (evidente después de la ejecución de Maximiliano), mejor coloca un ciudadano mexicano que hayamos formado en nuestras universidades y bajo nuestros propios conceptos para que de esa forma implemente las políticas que creamos adecuadas a nuestros propios intereses”.

Si es preciso decir que este 2010 celebraremos cien años del inicio de nuestra revolución y también cien años del inicio de nuestra independencia, ¿será posible que como en el caso de Porfirio Díaz en 1910, las festividades nacionales no puedan llevarse a cabo acordemente porque la gente esté desahuciada al ver que ni la derecha, ni el centro, ni la izquierda “inteligente” de López Obrador pudo resolver los problemas nacionales más urgentes? Me refiero a que luego de 4 años de gobierno de una izquierda que busca paliar las necesidades básicas de la gente desprovista a costas de generaciones futuras, los mexicanos finalmente se den cuenta que es imposible pedirle manzanas a un árbol de peras llamado México. Los árboles de peras dan peras porque son árboles de peras, y por más que los cubramos de ramas de manzano jamás darán manzanos porque es la naturaleza propia del árbol de peras dar peras. Asimismo, es la naturaleza del árbol mexicano ser incapaz de dar los frutos de democracia, justicia y equidad porque el árbol mexicano no tiene otra naturaleza. ¿Qué necesitamos? ¿Otros 200 años para demostrarlo?

Lo que necesitamos amigos, son heraldos mexicanos que levanten la voz ante las circunstancias actuales del país y no permitan más convertirse a sí mismos y a sus hijos en testigos de la eterna “conveniente insatisfacción” del mexicano, característica de aquellos cuyo tema diario son los numerosos problemas que enfrenta el país pero que se quedan de brazos cruzados esperando que las corrientes del primer mundo cobijen la problemática del tercer mundo. Basta de mentiras, basta de celebrar a una medalla de plata como el máximo honor que podemos aspirar como pueblo. Al país no le urge una reestructuración, es decir, reacomodar sus estructuras de forma diferente (el mismo huevo pero cocinado de diferente forma); más bien, primero requiere de una restauración, es decir, proveerle de materiales que le den fuerza suficiente a una estructura. Por lo tanto, busquemos soluciones más acordes a nuestra realidad, soluciones que encaminen al país a la verdadera restauración nacional. ¿O tú que piensas…?


voces@restauracion-nacional.org
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El autor es egresado de la Licenciatura en Economía en el Tecnológico de Monterrey. Actualmente labora en la Secretaría de Desarrollo Industrial del Gobierno del Estado de Chihuahua. Comentarios al autor: voces@restauracion-nacional.org.

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