Wednesday, June 01, 2005

Cazando a la Democracia

Por Omar Del Valle.

Hablamos de democracia y pensamos tener la única verdad. Pero, como sugieren articulistas, editorialistas, cartonistas, etc., ¿Cuáles son los caminos a la democracia?, ¿Cómo se llega a ella?, ¿En qué etapa se encuentra México?, ¿Perdimos la oportunidad? Sin duda, no sólo para países como el nuestro, es una vía difícil, un conjunto de procesos sociales cuya complejidad aumenta cuando aún no aprendemos sus intenciones básicas en la organización de la sociedad. Por ello, en un paso anterior a tales cuestionamientos sucede la reflexión sobre qué es democracia.

Cientos de científicos sociales se dan la tarea diaria para postrar sus definiciones. No son substitutas, se complementan. Por lo abstracto de las relaciones sociales, en la evolución del hombre hacia su libertad –cualquiera que sea ésta su idea, la democracia por sí sola no define ni los caminos, ni los marcos teóricos y prácticos de cómo lograrlo. Lo cierto es que para los ojos y acciones de otros, en cada región y país del planeta, el sentimiento y la práctica de la democracia son muy distintos.

Pienso, como muchos más, en los determinantes de la democracia. La cultura, la historia, las diferencias económicas y sociales, los grupos de interés, las elites, las influencias externas, etc. Los factores de peso de cada determinante varían entre países y hacia dentro de cada país. En el norte, centro y sur de México, la idea de la democracia puede ser distinta.

Además, en estos últimos meses, y quizá debería decir desde el año 2000, la noción general de democracia se ha malogrado cómo lo fue, en su tiempo, la imagen de solidaridad. Por ello, nada me extraña que en las últimas cifras del Latinobarómetro, la mayoría de los latinos prefieran un gobierno distinto al “democrático”; y es que la creciente inequidad económica, la constante exclusión social, el escaso crecimiento económico y la debilidad en la aplicación del Estado de Derecho, han incitado un fastidio común hacia gobiernos que claman ser “democráticos”.

El uso y después mal uso de estos conceptos y prácticas se identifican como marca y no como producto. Es decir, que como en los mercados, en ocasiones la marca sustituye al producto y aquí es donde la noción de las cualidades de la primera se disipa. Si bien, algunas marcas son buenas, otras no lo son tanto, y el producto sufre de transformaciones de percepción pública. Lo que nos interesa es el producto, su calidad, su proceso de elaboración y certificación. Es así, que en democracia nos interesa la forma en qué ésta se construye, cuáles son sus medios y sus instrumentos. Nos preocupan los resultados, de no ser así, el teje y maneje del peje hubiese sido insignificante. Nos preocupa que la calidad del producto no sea buena. Lo significativo entonces es cómo formamos parte de una democracia procedimental donde los procesos son más fáciles de evaluar que los resultados mismos.

Aquí, en territorio azteca, cuando los instintos cívicos nos mueven a hacer más que a demostrar que somos buenos mexicanos, a demostrar nuestra capacidad de diálogo, a dar buenos esfuerzos y entrega diaria, nos llevan a formar parte de los procesos. Se hace frente a una voluntad que la democracia la hacemos todos y no sólo quienes dirigen instituciones y oficinas gubernamentales. Por ello, no podemos subestimar la capacidad de la acción cívica. Por ejemplo, la democracia en las familias, donde cada miembro puede expresarse libremente y la familia logra consensos, el impacto puede ser mucho mayor que las cuasi-intenciones de quienes dicen ser representantes del pueblo.

Los instintos cívicos nos hacen escribir, comunicar, reunirnos y dialogar, sumar esfuerzos, participar en sociedad; pero no sucede siempre. Esto último me lleva a la reflexión de que la democracia en México continúa como un bien público escaso. Pensemos en aquellos que conformaron las primeras sociedades humanas, cuando el concepto de organización comunitaria era muy simple. Ellos se reunían para cazar, digamos, un búfalo, y disfrutaban de una buena cena. La caza era organizada, paciente y en conjunto. Hoy día, la caza en México, bajo esta analogía, es cazar a la democracia. Pero hay una diferencia con respecto al búfalo.

El búfalo. Quienes participaban en la caza disfrutaban del banquete. Cuidadosamente y con detalle preparaban un plan y se lanzaban al ataque. Cada quien tenía su función. Cuando culminaban exitosamente, todo era un festín alrededor de las llamas tenues, entre cantos, danza. Todos reunidos en sociedad eran bendecidos por los dioses y en respuesta, ellos ofrecían y daban las gracias por la buena caza. Del mismo modo, quienes no participaban, como el holgazán, le tocaba pinole, si bien le iba.

La democracia. Nuestro añorado bien, por lo contrario, es un bien público. Todos la quieren y la desean disfrutar pero pocos participan en su caza. Como bien público la democracia no es exclusiva para un grupo social, y el hecho que uno la disfrute, no representa que alguien más no lo pueda hacer al mismo tiempo. Si usted, bendito y buen vecino, participa en su caza, no le extrañe que el de a lado le pida un cachito, aún cuando éste no haga nada más que echarle porras desde la banca, muy emocionado como si estuviera en el estadio Azteca, con su sombrero de pique, gritando chiqui ti bum a la bim bom bam.

Al igual que muchos bienes públicos, cuándo el gobierno es el centro y dueño de su provisión, el resultado no es necesariamente un equilibrio socialmente eficiente y por tanto provoca (entre otras cosas) que los agentes privados provean menos cantidad del bien en cuestión. Así, renunciar a nuestra tarea de provisión democrática y dejar que sólo sea tarea del gobierno proveerla, tampoco es lo óptimo.

La sociedad misma puede proveer el bien público y lograr un equilibrio eficiente a través de un enfoque “bottom-up”, es decir desde las bases, desde abajo, desde los niveles más locales. Para O’Donnell y Schmitter, la democracia es la aplicación de las reglas y procedimientos de la ciudadanía. Entonces, en el diseño de las buenas reglas y procedimientos podemos participar y formar parte de la consolidación democrática y del fortalecimiento de gobernabilidad, para que en “bola” cacemos a la democracia y nuestros hijos tengan su festín.

En los conceptos de la izquierda latinoamericana, la estructura política de la democracia –sobre todo en países de elevada centralización como México-, ésta se caracteriza de dos modos. La democracia participativa a niveles locales y la democracia representativa en la federación. Ambas se sostienen sobre tres pilares: los movimientos sociales, los partidos políticos y el gobierno.

México es muy diverso. La representación de cada uno de sus grupos es necesaria para la planeación nacional, el desarrollo de proyectos e iniciativas de ley que culminen en la efectividad gubernamental. Del mismo modo, la democracia participativa a niveles locales es más apremiante puesto que implica la relación y rendición de cuentas de los gobiernos hacia sus representantes directos.

A niveles locales podemos avanzar con la organización comunitaria, empujando la apertura de espacios, reclamando nuestros derechos cívicos y ejerciendo nuestras obligaciones de hacer que los “representantes” rindan cuentas, de tal modo que la misma democracia participativa nos permita hacer el diseño de las reglas de la democracia procedimental para asegurar productos de calidad, independientemente de la marca que lo produzca.

Si no hacemos la caza en conjunto, si no se fortalece la gobernabilidad local con la participación cívica, si no hacemos de los movimientos sociales un tercer pilar de donde se sostenga el progreso socioeconómico y político del país, si nos quedamos en las gradas del estadio cantando alegremente, si no nos involucramos en el diseño de las reglas, de los procedimientos, en los balances de poder, etc., seguro seguiremos tomando pinole, celebrando clientelismos, amando la parálisis política, gustando de inseguridad, seguiremos viendo cómo deshacen al país unos pocos, seguiremos distraídos de nuestra caza…

¿Seguiremos?

Comentarios al autor: ofd@georgetown.edu


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