Por Roberto Valdez Beltrán.
La ambición política de los grupos de poder se convierte en un insaciable depredador del bienestar de los mexicanos, afectando negativamente cada rubro de política económica. Es inevitable presenciar las disputas de nuestra clase política y los diálogos inertes que dan como resultado la falta de consensos. Lo anterior tiene un costo social estratosférico, y lo peor de todo: genera rezagos generacionales. Particularmente, me gustaría dedicar este espacio para realizar un breve análisis en materia de educación.
Este mes, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE- http://www.OCDE.org ) liberó un estudio cuyo objeto es evaluar el desempeño de estudiantes. En su análisis, el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA: Program for International Student Assessment) deja claro que a nivel internacional México posee un rezago educacional nada envidiable, ya que nos ubicamos en los últimos lugares de la lista de países que conforman dicha organización; el detrimento se acentúa en las siguientes áreas: en matemáticas y solución de problemas, lectura y ciencias. Más a fondo, podemos ver que en relación con el mismo estudio (último inmediato) llevado a cabo en el año 2000, sufrimos retrocesos en materia de lectura y ciencias. Con todo esto se puede concluir que el modelo educativo mexicano presenta una falla de origen que lo vuelve incompetente.
Entonces, si año tras año peleamos y aumentamos el gasto en educación ¿porqué no hay un mejor desempeño? El problema radica en cómo se materializan los recursos. México destina más del 5 por ciento del PIB al gasto en educación, lo cual es significativamente bueno para combatir el lastre educativo. Si bien es cierto, la cobertura se ha ampliado, es decir, hoy en día existen más estudiantes cubriendo un lugar en las escuelas del país, pero tal parece que nuestras políticas favorecen a la cantidad y no a la calidad educativa. En los hechos se refleja la poca o nula eficiencia de las asignaciones a este rubro; se insiste obstinadamente en incrementar el gasto en la educación media superior y superior (Los diputados concedieron a las universidades públicas mas de 7 mil millones de pesos adicionales a lo propuesto por el Ejecutivo), y reducirlo en lo que compete a educación básica. Esto obstaculiza la solución de fondo ya que esta comprobado en estudios especializados (realizados por el Banco Mundial y otros organismos) que el gasto en educación básica da mejores resultados en cualquier país.
Las soluciones de fondo implican coexistencia de políticas públicas con el largo plazo y la planeación ordenada. Resulta absurdo querer modernizar y aumentar el número de universidades, si no preparamos con una educación básica adecuada a las generaciones que vienen y exigen afanosamente una mejor calidad de vida. El reto es incentivar y promover una educación básica competitiva con miras a aspirar a la mejor educación superior ¿De qué nos sirve seguir aumentando el gasto en la educación si las asignaciones no son sustentablemente estructuradas?
En conclusión, más dinero destinado a la educación no necesariamente fortalecerá a nuestro sistema educativo, es preciso establecer las metas a alcanzar y asignar responsablemente los recursos presupuestados.
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