Por Arturo Franco Hernández.
¿Eres o no eres o quien eres?
El cuento va más o menos así. Marx escribe al inicio de su 18 Brumario de Luis Bonaparte (en una frase que a su vez obtuvo de Hegel) que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen o suceden dos veces. La primera, añade puntualmente el controversial ideólogo, como una tragedia; la segunda como una farsa. Mas adelante en su famosa tesis política, cita algunos ejemplos de personajes contiguos a la época, con la finalidad de validar esta inusual proposición: Caussidière por Dantón, Luis Blanc por Robespierre y más importante, el sobrino por el tío... refiriéndose por supuesto al linaje napoleónico. De esta forma, Marx retrata las bases de su teoría de clases con una excelente aplicación del materialismo histórico y detalla así las complejas dinámicas del cambio social dentro de este paradigma dialéctico.
Reflexionando un poco sobre esta conmovedora idea y después de sobrevivir ese inevitable ataque de incredulidad (diría Sabines: que costumbre tan salvaje esta de enterrar lo imposible) me di cuenta de que ciertamente esto parece ser cierto. Por un momento y guiado por esas misteriosas vías de la autosugestión hipnótica fue que empezaron a surgir datos reveladores sobre este tipo de eventos, extraídos inicialmente de la vida personal: la insoportable miseria del primer amor, la pérdida fatal del perro, el final de esa excelente temporada de fútbol, la despedida en concierto y para todo la enorme desilusión de la segunda vez, del reencuentro, de la repetición. Sin embargo, las aplicaciones más interesantes de este canon se sitúan en el contexto político actual. En especial, me pregunto si existe algo que pueda decir esta regla sobre el aparente resurgimiento de las ideologías y doctrinas socialistas en América Latina. En este caso, ¿Cuál es la farsa y cual es la tragedia?
Sabemos de entrada que con el reciente ascenso del la izquierda uruguaya se consolidó el llamado Frente de Izquierda en América del Sur; donde el autodenominado socialista Tabaré Vásquez se une a un consorcio mixto de izquierdistas como Lula en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Ricardo Lagos en Chile y Hugo Chávez en Venezuela. Sabemos también que en nuestra historia moderna estamos en la segunda ola de gobiernos con “enfoque social” después de la pragmática Revolución Cubana de 1959, seguida por movimientos como el de Salvador Allende en Chile o Daniel Ortega en Nicaragua, entre muchos otros.
Reflexionando un poco sobre esta conmovedora idea y después de sobrevivir ese inevitable ataque de incredulidad (diría Sabines: que costumbre tan salvaje esta de enterrar lo imposible) me di cuenta de que ciertamente esto parece ser cierto. Por un momento y guiado por esas misteriosas vías de la autosugestión hipnótica fue que empezaron a surgir datos reveladores sobre este tipo de eventos, extraídos inicialmente de la vida personal: la insoportable miseria del primer amor, la pérdida fatal del perro, el final de esa excelente temporada de fútbol, la despedida en concierto y para todo la enorme desilusión de la segunda vez, del reencuentro, de la repetición. Sin embargo, las aplicaciones más interesantes de este canon se sitúan en el contexto político actual. En especial, me pregunto si existe algo que pueda decir esta regla sobre el aparente resurgimiento de las ideologías y doctrinas socialistas en América Latina. En este caso, ¿Cuál es la farsa y cual es la tragedia?
Sabemos de entrada que con el reciente ascenso del la izquierda uruguaya se consolidó el llamado Frente de Izquierda en América del Sur; donde el autodenominado socialista Tabaré Vásquez se une a un consorcio mixto de izquierdistas como Lula en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Ricardo Lagos en Chile y Hugo Chávez en Venezuela. Sabemos también que en nuestra historia moderna estamos en la segunda ola de gobiernos con “enfoque social” después de la pragmática Revolución Cubana de 1959, seguida por movimientos como el de Salvador Allende en Chile o Daniel Ortega en Nicaragua, entre muchos otros.
En este sentido, es relativamente fácil entender como esta gama de eventos originales pueden ser considerados desdichas. Sabemos por ejemplo que a todos menos uno de los casos previamente mencionados les siguió una violenta y abusiva dictadura militar. La tragedia del experimento socialista latinoamericano consiste precisamente en esta notoria falta de apoyo social a la causa durante los tiempos de crisis, agonizando así como otra victima del fatalismo común: estábanos mejor cuando estábanos peor.
Por el otro lado, para entender la farsa debemos dividir los componentes de esta neo-izquierda, entre la intelectual y la social, cuyas extensiones determinan el comportamiento de la izquierda política. Así, dentro de esta revivida izquierda política podemos encontrar todo un abanico de definiciones que van desde la izquierda más conservadora (a la que a veces deberíamos llamar: derecha) hasta la más radical y revolucionaria, pasando por la institucionalista o reformista. Además de serias limitaciones ideológicas y formaciones proscribes, esta izquierda recurre a múltiples incoherencias para adaptarse a la realidad de un mundo globalizado y democrático, siendo obligada incluso a convertirse en aliada del mercado. Como consecuencia, vemos en alianzas electorales recientes, como Venezuela y Brasil por ejemplo, serias contradicciones que han causado conflictos y rupturas, evidencias de la impertinente hipocresía. ¿Vendrá el mismo circo a México para el 2006?
Algunos se podrían preguntar ¿Y que hay de Fidel? Me parece que el viejo lleva tanto tiempo en el poder que ha trascendido a su propia tragedia y farsa; la historia lo absolvió hace mucho tiempo y ahora el padre del socialismo cubano quisiera absolver a su obscura historia también. Quizás para ser más ecuánimes, deberíamos decir que la verdadera tragedia hegeliana sucedió mucho antes, con el derrumbe de la visión utópica de Simón Bolívar: una América unida, prospera y firme. Desde entonces, pareciera que los latinoamericanos vivimos envueltos en una inquebrantable decepción y en la espera de la abnegada justicia social. Tal vez tendremos que esperar a que nos caiga otra gran tragedia o cuando menos mejorar la mentira, para entender así, lo que una vez soñó Neruda. “Yo conocí a Bolívar/ una mañana larga/ Padre, le dije/ ¿Eres o no eres o quién eres?/ Y mirando al Cuartel de la Montaña/ dijo: Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo.” Bolívar, ya son dos siglos desde que vimos tu espada desenvainada y aquí seguimos sin despertar. Por cierto, Chávez nos dice que va por tu quinta republica; a mi me parece que va, como todos, por el quinto sueño.
El autor es Licenciado en Economía por el Tec de Monterrey y cursa la Maestría en Desarrollo Internacional en la Universidad de Harvard.
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