Por René Ramos Durán.
Llamado a la nación mexicana
En Búsqueda del Camino Coherente
Para donde sea que volteo, los pueblos más avanzados así como los pueblos más rudimentarios, comparten una cosa en común: los alemanes quieren ser gobernados por alemanes, los italianos por italianos, los ingleses por ingleses y así también, los tarahumares por tarahumares. Esta es una idea del padre de nuestra patria Miguel Hidalgo, que plasmó en su periódico revolucionario “El Despertar”.
En esta era donde la globalización ha dejado muy poco tenues los límites políticos de los estados nacionales, surge la pregunta en relación a dónde nos dirigimos como país. Hubo una ola nacionalista a mediados del siglo pasado –cuando era moda en aquellos tiempos- que buscaba definir la nación mexicana. Las pirámides de Teotihuacan fueron renovadas, surgió la edad de oro mexicana donde las películas de los inmortales actores como Pedro Infante, María Félix y Cantinflas suscitaron, el arquetipo del mexicano revolucionario se hizo presente en el mundo, la música mariachi cautivó a miles de extranjeros y en general, México trascendía como una animosa nación de gente inherentemente bien identificada en sus valores y actitudes. En la actualidad sin embargo, la identidad del mexicano queda un poco opacada por todas las corrientes mundiales predominantes que nos exhortan a seguir los pasos de los poderosos para de esta manera consolidar un estado nación que pueda jugar mejor a sus reglas. Se habla de neoliberalismo, de izquierda moderna, de democracia, de competitividad internacional, de derechos humanos, entre un sinnúmero más de corrientes ideológicas. ¿Pero cuál es el papel de la nación mexicana ante estas consideraciones? No quiero decir que todas ellas sean negativas, sólo quiero argumentar que son fórmulas de índole social, económicas y políticas que han mostrado ser funcionales para la realidad de muchos países desarrollados y que buscan encontrar cabida en una realidad un poco más compleja como es la nuestra.
¿Por qué relegarnos ha adoptar en su totalidad las creencias extranjeras y no buscar en nuestras propias raíces y cultura las partes de ellas que sean factibles a nuestra realidad? El hermano adolescente explica al su hermano infante acerca de cómo cortejar a las muchachas para poder llevárselas a la cama, pero para sorpresa del hermano mayor, el menor le cuestiona primero acerca de qué es el sexo… ¿Cómo explicarnos todos aquellos países avanzados acerca de la ruta para generar progreso si su entendimiento y condiciones actuales son tan diferentes en comparación a nuestras “rudimentarias” creencias? No estoy sugiriendo que debamos evitar implementar todas las hipótesis que sus grandes pensadores han desarrollado, sólo hago la observación de que hay cuestiones y procesos inherentes a nuestro sistema socio-político que deben tomarse a consideración primero antes que intentar llegar a la Luna sin haber comprendido en su totalidad las leyes naturales requeridas. Un ejemplo de tantos sería la corrupción -y hago un llamado a todo aquél que tenga oídos-: ¿de verdad creen que podemos seguir a nuestros hermanos mayores en la senda por la que caminan si cuestiones tan básicas y que generan un mundo de ineficiencia como es la corrupción nos obstaculiza en forma de rocas sobre el angosto camino?
Que los americanos se gobiernen así mismos, que los alemanes también, pero que no nos digan a los mexicanos como comer tacos, porque la solución real a nuestros problemas tiene que nacer “desde adentro”, es decir, hacernos cargo primero de las piedras en el zapato y de esa manera entonces sí, buscar la senda del desarrollo integral procurando caminar siempre en una dirección coherente.
René A. Ramos es Licenciado en Economía egresado del Tecnológico de Monterrey
Comentarios: renecaesar@yahoo.com
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