Nefro-Necrosis Nacional
Por Luis Donaldo Colosio Riojas
Los hemos abandonado. Nuestras fuerzas más básicas de defensa se han quedado solas, al margen del desprecio de todos nosotros. ¿Pero qué demonios les pasó a nuestras instituciones de seguridad pública? ¿En qué momento se convirtieron en algo que quisiéramos no tener? ¿Por qué es a ellos a quienes les tememos a veces? Esto me avergüenza, me da tristeza, me sofoca, pero aún más, y aunque para nosotros sea difícil reconocerlo, el hecho de que es nuestra culpa.
Y aquí empiezan las largas letanías. Los llantos y sollozos y maltrato vejatorio de esta Epifanía moral. Gritos de, “no sabemos cómo manejar esta situación”, y “no es culpa/responsabilidad nuestra, es del gobierno”. No podemos seguir cegándonos ante la cruda realidad de nuestra desidia al momento de encarar las responsabilidades que todos compartimos por el simple hecho de pisar el bendito suelo de este país.
La realidad es que los hemos ignorado por tanto tiempo que no les dejamos alternativa. El hecho que un policía encaje en un concepto que no diste mucho al de un criminal ordinario o, incluso peor, durante los últimos meses del de un criminal peligroso, es alarmante, pero más aún el hecho de que son así por causa nuestra. Si no me quieren creer, sigan leyendo.
A esta gente les prometemos algo y no lo cumplimos. Los ponemos en la primera línea de defensa, al borde del peligro. Les exigimos, a veces de manera condescendiente porque “es su trabajo”, que arriesguen sus vidas, su seguridad y la de sus familias por nosotros. Nosotros, a quienes no conocen, les exigimos que nos antepongan a sus familias. Ellos, quienes están a cargo de mantener el orden y balance de la armonía en nuestras ciudades son sólo reconocidos al momento del reclamo, jamás del mérito. “El mérito no se lo merecen”, decimos, “porque simplemente están cumpliendo con su trabajo”.
¡Pobres de ellos! Aquellos hombres y mujeres que se exponen cada día por nosotros. No reciben sueldos dignos, de lo contrario no había “mordidas”. No reciben prestaciones adecuadas (aquellos de ellos que las reciben, claro, porque esas cosas para ellos son ya hablar de privilegios), de lo contrario no habría ausentismo. No reciben seguridad para sus familias en el caso de que ellos les falten, de lo contrario no tendrían dudas al enfrentar su deber.
¿En qué momento pasamos por alto el cuidar nosotros también de ellos? ¡Y no, esto no sólo es responsabilidad del gobierno! Ni siquiera voy a empezar a abordar ese tema, porque una columna semanal no me alcanzaría, pero partamos de la premisa de que el gobierno somos nosotros. Nosotros pagamos los impuestos y de nosotros se debe de ocupar el erario. Votamos en cada elección por aquella persona que se supone va a actuar de acuerdo a lo que nosotros queremos ver que se haga. Pero ni eso hacemos, y así todavía esperamos milagros...
Ser un elemento de un cuerpo de seguridad pública en este país debería de ser un honor. Debería de ser un privilegio aspirado por muchos. Debería ser, incluso, un papel que con orgullo podamos ver desempeñado por uno de nuestros hijos. Porque eso son ellos, hijos de México. Hijos de México que México eligió ignorar.
A ellos no les guardo rencor, porque sería irresponsable de mi parte. Sería irresponsable esperar tanto de ellos si no me aseguro como mexicano el que estén previstos de la mejor capacitación física, mental y académica. Que estén previstos del mejor equipo, tecnología e inteligencia. Con disgusto comento que no a todos se les arma con una pistola, no por falta de confianza, pero por falta de “presupuesto”. Aquellos que portan arma, no siempre tienen cartuchos (balas). Y aún así los enviamos al frente de batalla, para pelear por nosotros, simplemente porque para nosotros es su obligación. Los sueldos mensuales de nuestros héroes deberían acercarse a las mega-multas que se imponen en algunas ciudades. ¿Cuál de ellos aceptaría quinientos pesos por hacerse de la vista gorda a una infracción de tránsito si recibiera un sueldo así? ¿Por qué no garantizamos el bienestar económico y patrimonial de sus familias? ¿Por qué no les damos un seguro de vida digno? ¿Por qué nosotros no nos hacemos responsables del sano y mejor desarrollo académico, social y emocional de sus hijos? Nuestros policías son hijos de México y nosotros, señoras y señores, somos México. ¡Dejemos de ignorar a nuestros hijos!
Así como el riñón tiene la función de filtrar impurezas y potenciales amenazas de nuestro organismo, así nuestras instituciones de seguridad pública tienen la labor de limpiar y filtrar este gran organismo que se llama sociedad. Estas instituciones, por nuestra desidia en atenderlas, están lentamente sucumbiendo ante la infección de inseguridad que nos acontece el día de hoy. Estamos, desgraciadamente por descuido propio, agonizando en una nefro-necrosis nacional.
El autor es fundador del despacho Basave, Colosio, Sánchez Abogados, y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Twitter: @colosioriojas
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