Tuesday, May 17, 2005

En Memoria Del “Líder”

Por Alejandro Bahena.

El día 30 del mes de abril se conmemoró el aniversario luctuoso número sesenta de aquel líder excepcional que elevó a las masas alemanas hacia su más alto resplandor. Quizás para algunas personas haya sido simplemente un ingenioso político, para muchos otros más un demagogo sin precedentes que sacudió al mundo entero con sus ideales de “supremacía racial” y de “odio a las minorías”. Sin duda, el destello de Hitler puede causar temor, furia, o admiración según sea el caso, sin embargo es menester destacar su liderazgo, que más allá de ocasionar un gran número de pérdidas humanas y materiales, transformó a un pueblo inmerso en la pobreza, permitió su crecimiento y desarrollo, y más aún, engrandeció su moral hasta un punto previamente inimaginable.

El propósito no es hacerle creer al lector que el “Führer” fue víctima de la historia -en el sentido de desacreditar las posturas en su contra establecidas por los triunfadores de la guerra-, ni restarle importancia a los crímenes cometidos durante su mandato. Sin embargo, es importante reconocer que, al menos desde que fue nombrado canciller presidencial en 1933 hasta los comienzos de la Segunda Guerra Mundial en el año de 1939, Hitler fue un verdadero líder transformacional.

Las necesidades de la sociedad alemana resurgieron con la depresión de 1929. El desempleo reapareció tras algunos años de estabilidad, la inflación era rampante, y todo el progreso que se había logrado hasta ese entonces pareció esfumarse en un instante. El pueblo germano requería de un líder que pudiese enfrentar la crisis social y económica en la que se encontraba inmersa toda la nación (aumentada por el sentimiento de humillación tras su derrota en la Primera Guerra Mundial) -no obstante, mediante el sacrificio de sus instituciones democráticas-. Ese héroe lo encontraría en la persona de Adolf Hitler.

Tras la muerte del Presidente Hindenburg en 1934, Hitler asumió el poder de la nación alemana. Dos años más tarde -en el plebiscito de ratificación de su mandato-, los alemanes le depositaron su confianza, permitiéndole alzarse con el triunfo al cosechar el 98.9% de los votos. De esta manera, la relación de confianza entre líder y seguidores -característica del liderazgo- se consumó, y en marzo de 1936 el pueblo alemán aplaudía la recuperación de su soberanía con la militarización de la Renania.

Ahora bien, además de su triunfo arrollador en las urnas, ¿por qué se dice que Adolf Hitler fue un líder transformacional durante sus primeros años de gobierno? Sencillamente porque gracias a sus políticas se revitalizó la economía alemana, se estableció un orden que hacía tiempo no se percibía (por lo tanto había perspectivas de prosperidad), y ante todo, se restauró el orgullo nacional.

Sin duda, los argumentos anteriormente presentados no podrían ser suficientes para eximir a Adolf Hitler de toda culpa, y además considerarlo un líder transformacional auténtico; por ello es necesario analizar una de las teorías existentes sobre el tema, y determinar la autenticidad del liderazgo protagonizado por nuestro personaje principal.

Bernard M. Bass divide el liderazgo transformacional en cuatro componentes sustanciales que lo distinguen de cualquier otro tipo de liderazgo: Carisma o influencia idealizada, motivación inspiracional, estimulación intelectual, consideración individualizada.

En el primer punto, los líderes transformacionales buscan la hermandad universal, mientras los líderes seudo-transformacionales resaltan la diferencia de valores “nosotros-ellos”, y argumentan: “nosotros” tenemos buenos valores inherentes y “ellos” no. En este sentido, la manifestación de Hitler de que los judíos eran los hombres de Satán, mientras que los alemanes eran los hombres de Dios, lo sitúa en el lado oscuro del liderazgo.

Por otro lado, la motivación inspiracional del auténtico líder transformacional tiende a enfocarse a velar por el bien de la comunidad, mientras que el líder seudo-transformacional puede dar públicamente esta impresión, pero en su entorno privado solamente vigila su propio bienestar.

Al analizar este componente del liderazgo transformacional se observa que Hitler puede estar dentro de las dos categorías: auténtico y seudo-transformacional (quizás más auténtico que falso). En primera instancia, se argumenta que el “Führer” velaba por el bien común de la Alemania Nazi, y que sus valores eran compartidos por la gran mayoría de la sociedad -salvo los grupos minoritarios que se pretendían excluir-. Por otro lado, hay quien perjura que Hitler solamente vigilaba sus propios intereses (lo cual lo convertiría en un líder seudo-transformacional), sin embargo el pueblo alemán lo apoyó incondicionalmente a sabiendas de sus políticas, que nunca estuvieron en secreto.

En la magna asamblea que tuvo lugar el 25 de Febrero de 1920 en el Horfbraöhausfestsaal de Munich, el Partido Obrero Nacional Socialista Alemán (N.S.D.A.P. por sus siglas en alemán) proclamó su programa a la faz del mundo. Lo más destacable de éste en términos nacional-socialistas, que la población apoyó y admitió al votar por Hitler en las elecciones de 1936, fueron los siguientes puntos: la abolición del tratado de Versalles y Saint Germain, el establecimiento de colonias, la ciudadanía alemana reconocida únicamente por vínculos sanguíneos, la expulsión de todo no ario llegado a Alemania a partir de 1914, el combate al materialismo judío, y la creación de una autoridad central con facultades incuestionables.

Con base en lo anterior, Adolf Hitler -dentro del componte de liderazgo transformacional en cuestión-, puede ser considerado como un auténtico líder, ya que su motivación inspiracional concordaba con la moral alemana de aquél entonces, y sus objetivos políticos eran transparentes, tal es el caso de que 16 años antes del referéndum, sus intenciones habían sido plasmadas por escrito.

En cuanto a la estimulación intelectual pueden de nuevo surgir dudas sobre la autenticidad del liderazgo de Hitler. En este apartado el líder transformacional brinda abiertamente un cambio de valores de los seguidores por el mérito y la relevancia de las ideas y misión del líder hacia su beneficio y su satisfacción. El líder seudo-transformacional crea la impresión de hacer las cosas correctas, pero frecuentemente falla al entrar en conflicto con sus propios intereses, además es intolerante a las diferencias de opinión entre sus seguidores y ellos mismos.
El “liderazgo hitleriano” era intolerante a las opiniones que entraban en conflicto con sus propios intereses, eliminando a toda oposición. Con base en esto, Hitler es considerado más que un líder auténtico -aunque haya cambiado los valores de sus seguidores en torno a sus ideas y su misión-, un líder seudo-transformacional -ya que manipuló los valores de sus seguidores-, argumentando que su propaganda instauró un pensamiento diabólico fuera de la razón en el interior de la moral de la gran mayoría de los alemanes.

La última concepción del líder es la consideración individualizada. Mientras los líderes transformacionales se preocupan por el desarrollo de sus seguidores hasta convertirlos en líderes, los seudo-transformacionales se interesan más en mantener la dependencia de sus seguidores. Comparando este último componente con el liderazgo de Adolf Hitler, se puede cargar la balanza hacia una actitud auténtica por parte de este personaje. Su manera de elevar a sus seguidores fue simplemente excepcional. Los alemanes compartían y hacían de ellos mismos el valor de la supremacía aria. Por ejemplo, se pueden mencionar las olimpiadas de Berlín en el año de 1936, en donde Alemania ganó de manera apabullante.

Es difícil que un líder auténtico cumpla con los cuatro componentes del liderazgo; sin embargo, el punto a destacar es la consideración individualizada. Un líder puede contar con los otros tres componentes, pero si no cumple con este último, será identificado como seudo-transformacional. Ahora bien, como se pudo observar, Hitler cumple con esta característica, por lo cual puede ser clasificado como un líder transformacional.

Hay que guardar luto, el mundo entero perdió a un líder y no a un demonio; aunque para muchos -y están en todo su derecho de opinar y expresar sus pensamientos- haya sido más bien un ídolo, y no un ideal para la sociedad.


El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por el Tecnológico de Monterrey. Comentarios:
abahenap@yahoo.com

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