Thursday, October 20, 2005

Gaceta Jurídica del Ciudadano

Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Por Javier Oroz Coppel.

Bien y el mal, dicha y desgracia, justo e injusto: estos valores impregnan la novela del extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, historia que, igual que esta columna, es escrita y narrada por un abogado (Robert Louis Stevenson el autor y John Utterson el personaje) y que versa sobre el caso de un brillante científico que, inmerso en la locura, mostraba dos caras, una la de un respetable doctor y la otra la de un horrendo y terrorífico asesino.

Al igual que en esta historia, la profesión de los médicos en nuestro país (y en el mundo) son una de las más polarizadas. Todos los días vemos casos de doctores que transitan entre el bien y el mal, diagnostican la dicha y la desgracia y a la postre recetan justicia e injusticias.

En este panorama surge la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (CONAMED), que es un órgano desconcentrado de la Secretaría de Salud, creada mediante decreto presidencial y publicado en el Diario Oficial de la Federación el 3 de junio de 1996. Su misión (al parecer utópica) es intentar conciliar y buscar fungir como árbitro en aquellos conflictos que surjan entre médicos y pacientes.

La CONAMED, por ley, está facultada para conocer de controversias suscitadas en la prestación de servicios médicos por probables actos u omisiones derivados de la prestación del servicio o probables casos de negligencia e impericia con consecuencia en la salud del usuario. En teoría, con la creación de esta Comisión se acabarían los continuos estragos de "Mr. Hyde". Sin embargo, la tibieza del Ejecutivo repercutió en la inoperancia de este organismo, ya que si bien es cierto conoce de controversias, sólo podrá resolverlas cuando ambas partes se someten voluntariamente al arbitraje y como comprenderá, estimado lector, "Mr. Hyde" nunca en forma voluntaria cambiará para ser el buen "Dr. Jekyll", quien inclusive en la novela se quita su propia vida para impedir las fechorías de su " otro yo".

No obstante lo anterior, este lado maligno de algunos médicos no podrá declararse aún vencedor. Las víctimas podrán optar por la vía jurisdiccional, acudiendo para ello a las legislaciones civil y/o penal, lo cual, dicho sea de paso, no es nada sencillo, seguro, rápido o económico.

Nuestra legislación civil sustantiva, en principio, ordena que cuando un médico actúa con dolo, culpa, negligencia, falta de previsión o de cuidado, causando un daño a otro, estará obligado a reparar dicho daño, aclarando que obra con culpa el que procede en contra de la ley o de las buenas costumbres, causando daño a otro. Esta responsabilidad puede existir por hecho propio o ajeno; esto último cuando se cause por el personal médico bajo la dirección, dependencia o custodia del médico a cargo. La reparación del daño causado por el médico deberá consistir en el restablecimiento de la situación anterior a él, y cuando ello sea imposible, en el pago total de los daños y perjuicios de orden patrimonial y moral.
Cuando el daño se cause a las personas y produzca la muerte o incapacidad total, parcial o temporal para el trabajo, la indemnización de orden patrimonial consistirá en el pago de una pensión mensual (Código Civil de Sonora).

Ahora bien por la vía penal, el Código Penal Sonorense establece que los médicos, cirujanos y sus auxiliares, y quienes practiquen especialidades similares, serán responsables por los daños que causen en la práctica de su profesión. De resultar culpables en un proceso, además de prisión, se les aplicará suspensión de un mes a cinco años en el ejercicio de la profesión o especialidad con cuya actividad lo hubieren ocasionado, o inhabilitación en caso de reincidencia. Además se les condenará a la reparación del daño, no solamente por actos propios sino también solidariamente por los de sus ayudantes, enfermeros o practicantes, cuando éstos obren de acuerdo con las instrucciones de aquellos ("Mr. Hyde" tenía también personal a su cargo).

Es parte de la naturaleza humana el debatirse entre los extremos de la pureza y la maldad, el equivocarse o acertar en nuestras decisiones. Sin embargo, cuando la vocación nos lleva a escoger una profesión tan importante como la medicina, debemos saber que ésta nos glorificará o nos hundirá, pues no existe legalmente margen de error: "Dr. Jekyll y Mr. Hyde", pagan o gozan las consecuencias por ser los celadores de nuestra salud y a la postre, de nuestra vida.



Javier Oroz Coppel, es abogado por la Universidad La Salle Noroeste. Comentarios:
javieroroz@gmail.com


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