Sunday, September 18, 2005

Nuestros Tiempos

Nuevo Orleáns, Mississippi y Alabama

Por Ernesto Castañeda.


Lo que parecía ser un huracán más de aquellos que tiran árboles, inundan calles y destruyen casas afectando a unos pocos que después de unos años reconstruyen hoteles, casas y chozas, se convirtió en un evento que hundió a toda una ciudad y sus alrededores. A pesar de que muchos expertos predecían un fenómeno similar, la tragedia real superó a los mecanismos de prevención y emergencia. La locación de miembros del ejército, marina y guardia nacional en Irak y Afganistán dificultó las complicadas maniobras de rescate con balsas y helicópteros.

Sin embargo, lo más triste, independientemente del fenómeno natural en esta parte del Golfo “de México”, ha sido la prevalerte pobreza en Estados Unidos, la inequidad racial y el trato diferencial que este fenómeno ha revelado a propios y extraños. Como siempre, los que en proporción perdieron más en las inundaciones son los más pobres. Sin embargo, esto se exacerbó con los mecanismos de evacuación y ayuda puestos en marcha, que le dieron prioridad a los ricos, blancos y turistas por sobre los pobres y negros locales.

Nueva Orleáns nos recuerda el grave problema de la pobreza urbana en EU. Los daños en los alrededores nos trae a la mente el retraso rural de esta zona geográfica en general. Las condiciones materiales después de la tormenta y aquellas en los refugios pintaban una zona en condiciones parecidas a aquellas encontradas en el “tercer mundo.”

Parte de la cobertura y del discurso de los medios muestra la permanencia de viejos estereotipos donde la gente de piel obscura es vista como pobre, salvaje y sobre todo peligrosa y criminal. Los medios criminalizaban eventos que llamaban de saqueo y violencia.

Según muchas crónicas de primera mano, la policía se encargaba de que no se concentraran grupos grandes de desplazados de color por temor a levantamientos. En muchas ocasiones la policía, dueños de negocios y guardias de pueblos vecinos, todos armados, negaban el paso a estos indigentes y disparaban a placer. El muerto inocente después de sobrevivir el huracán no ha faltado, cuyo único crimen era ser pobre, negro, encontrarse en un momento y lugar equivocado y levantar, aún sin intención, miedo en alguna persona armada. El hecho de que hubiera ciertas bandas de maleantes, para muchos justificó este comportamiento de miedo y desconfianza.

En medio de hambrunas, falta de electricidad e inundaciones, los medios y la policía estaban más preocupados en defender leche y otros productos que se echaban a perder en los refrigeradores sin corriente eléctrica, en vez de facilitar la evacuación y alimentación de los afectados. La policía mostró su lado de capataz y la ley marcial que se impuso en muchas áreas de la región fue cruel, despiadada y ha sido poco criticada en los medios masivos de comunicación.

Tras titubeos para aumentar el monto de ayuda al extranjero como parte de la Declaración del Milenio, los Estados Unidos se han visto recibiendo ayuda de docenas de países que ofrecen importante ayuda en dinero y especie. Cabe destacar que los países que han ofrecido más ayuda directa y con personal propio han sido países latinoamericanos que comúnmente son mal vistos por Washington. El mejor ejemplo es el caso de Cuba que ofreció mandar un número importante de médicos; ayuda que hasta el momento no ha sido aceptada por el gobierno de Estados Unidos por motivos políticos y la cuál no se discute mucho en los medios. De igual manera, el gobierno de Chávez en Venezuela había ofrecido ayuda a los pobres en Estados Unidos incluso antes de este desastre. Sin duda, estos son golpes oportunistas, estratégicos, cachetadas con guante blanco, que al mismo tiempo muestran la incongruencia de la política exterior norteamericana que ataca política o militarmente a otros regímenes con supuestas excusas humanitarias para defender a poblaciones en problemas.

Es muy interesante el caso de la ayuda aportada por el gobierno mexicano, que si bien ha sido sobre-dimensionada por los medios mexicanos y poco difundida por los periódicos en el interior de Estados Unidos, sí marca un hecho histórico. La entrada de efectivos del ejército mexicano a Texas, ha sido un evento delicado que ha alarmado a ultra-nacionalistas americanos que temen una “reconquista” del suroeste americano. Además ha levantado el nacionalismo de mexicanos en ambos lados de la frontera a la vez que ha reforzado alianzas con grupos moderados, progresistas, piadosos y humanistas en Estados Unidos.

Con estos actos en especie y agentes, el gobierno de México mostró habilidad y creatividad en la relación política binacional, así como su solidaridad con grupos marginados y minorías incluyendo a negros y migrantes. La desaparición de muchos mexicanos que trabajaban en el área, la buena respuesta de los consulados mexicanos, la cooperación de la Secretaría de Seguridad Nacional en ayudar a inmigrantes aún sin papeles y su visibilidad en medios en español en EU para invitar a migrantes indocumentados a acercarse a pedir ayuda, son buenos indicadores que pueden propiciar una reforma migratoria.

Por otro lado, esta catástrofe ha desplazado a un número importante de personas, creando una comunidad de “refugiados por desastre natural” que tendrá efectos en los lugares receptores. Estos migrantes internos buscan empleo, sustento y ayuda económica pronta y directa para salir de la trampa de pobreza en la que se encontraban aún antes del huracán. Esta será una dura prueba para el fortalecimiento del estado benefactor, las supuestas fuerzas económicas de mercados laborales, así como para el gobierno, la sociedad civil y los organismos de ayuda humanitaria.

Los efectos materiales, sociales y políticos de Katrina serán un hecho histórico con repercusiones simbólicas cercanas a las del 11 de Septiembre del 2001, ya que probablemente sea cómo con el terremoto del 1995 en México, que levantó a la sociedad civil y diezmó la legitimidad del gobierno incompetente.



Ernesto Castañeda Tinoco es graduado de la Universidad de California, Berkeley. Actualmente estudia el Doctorado en Sociología en la Universidad de Columbia en Nueva York donde adquirió su maestría. Comentarios: ernestoforo@yahoo.com




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