Tuesday, November 30, 2004

Mexicanos Felices

Por Omar Del Valle.

Hoy les pregunto, ¿Quién de nosotros no se ha perdido en lo inerte del mundo y su codicia material? Quizá en ambas condiciones no muchos, pero quizá en la segunda, la mayoría. Existen países que se caracterizan por su liderazgo en el trabajo y en la acomulación de riquezas, otros por su vida alegre e indiferencia a la vida.


En un artículo leí que ni Bill Gates (hombre entre los más ricos del mundo) ni Bill Clinton (hombre entre los más poderosos) eran los más felices sino el Mexicano promedio. Una encuesta proveía que el ingreso promedio de los mexicanos era suficiente para divertirse en la vida. Sin embargo, no podemos pensar en el ingreso promedio de los mexicanos como medida de bienestar cuando más del 60% del ingreso nacional lo tiene el 20% de la población, mientras que el 80% restante de la población solo tiene el 40% del ingreso o menos. La inequidad es enorme aún cuando el ingreso medio sea casi de 7000 USD al año.


Con todo esto, puede ser que los Mexicanos seamos alegres y no precisamente por que el ingreso sea suficiente o no para serlo. Sino que la misma indiferencia a la muerte (según dicen otros que por eso la celebramos) es la que nos caracteriza ser indiferentes a la vida y sus desgracias.


Quizá sea esto último lo que no nos hace ser líderes en productividad ni en acumulación de riqueza, quizá no lo explique todo. Más queda el entendimiento que, ciertamente es cierto (diría Fox) que no es ningún efecto de sospechosismo (diría Creel) negar falso de toda falsedad (como se dice en la cámara de diputados) que México y su historia, son uno sólo y por tal motivo, no puede ser causa de ignorancia sino carencia de conocimiento del tema (una frase más del H. Congreso), suponer que es nuestra cultura no ser líderes y altamente competitivos.


Monday, November 29, 2004

Responsabilidad Conjunta

Por Roberto Valdez Beltrán.

Partiendo de que el ser humano es la criatura más compleja e impredecible sobre la faz de la tierra, es complicado abordar discusiones éticas e ideológicas. Lo anterior no justifica el hecho de relegar este tipo de temas, no así, es vital dedicar un espacio de reflexión en el cual se analice la función de los principales actores de México: gobierno y sociedad.


La ventilación de hechos como el “Bejaranazo”, el Pemexgate, los “Amigos de Fox” y hasta cirugías plásticas financiadas por fondos públicos, son apenas pocos ejemplos que podríamos retomar, y así hacer conciencia de que ya no estamos acostumbrados a festejar y ser cómplices en el silencio de actos burlescos que cuestionan la capacidad de autocrítica del mexicano. Indudablemente, nos encontramos en una etapa en la cual buscamos edificar nuestro futuro próximo, y en medio de la confusión, construcción y cambio habrán sacrificados (culpables o chivos expiatorios; como guste ponerle) que deben alertar a quien no crea en un México más saludable.



En una problemática de responsabilidad conjunta, el universo de acciones y opiniones puede volverse una maraña integral de soluciones superfluas. Eficazmente, las leyes de un País deben converger a desintegrar dicha escabrosidad, y esclarecer el camino a seguir. Lo interesante de este ejercicio de reflexión, es indagar si verazmente las nuestras nos encaminan por la vía inequívoca. Refiriéndonos sin escollos a la corrupción y a la impunidad ¿tendremos los elementos suficientes para aseverar que vamos por el mejor camino? Tal vez no. Cuestionándonos de tal forma debemos coincidir en que el despertar de una sociedad más comprometida y solidaria es irrevocable.



Olvidémonos un poco de nombres y títulos ¿A caso no siente cansancio de ver los mismos encabezados, los mismos hechos? Hablemos un poco de ideologías y objetivos comunes. Las diversas ideologías políticas debieran ser como las religiosas, en el sentido de que todas convergen a un mismo “Ser Supremo” (un mismo fin). El problema es que la mayoría de las veces la izquierda, el centro y la derecha no son más que posiciones confrontadas por “intereses comunes” (¿de qué comunes?), que debilitan la responsabilidad conjunta: la erradicación de la pobreza, la alfabetización, el crecimiento económico sólido y sostenido, etc.



Los partidos políticos exhiben posiciones, los políticos redundan sin obtener resultados objetivos y la sociedad reniega por no tener el respaldo de un gobierno suficientemente profesional, que cumpla las demandas impuestas. El grotesco juego presidencialista nos deja muy claro que los intereses banales son los que siguen prevaleciendo. Las continuas denuncias públicas y múltiples cacerías de brujas, nos demuestran que queda mucho por hacer. Nuestra clase política deberá meditar los hechos. La pregunta individual debe ser ¿cuál es el papel que juego en este proceso? Y la respuesta es sencilla si tenemos una familia, un trabajo, un estudio por concluir o una simple responsabilidad, pues a toda siembra corresponde una cosecha. Aún, si cumplimos cabalmente nuestras responsabilidades ¿debemos sentir plena satisfacción? Viviendo en subdesarrollo creo que no.


Las tareas que desempeña el gobierno si son “muy importantes”, desde luego, pero las que afrontamos como sociedad poseen un mayor trasfondo. Si pensamos que tenemos lo que merecemos, entonces debemos reconocer que no hemos cumplido cabalmente con nuestra parte.

El autor es Licenciado en Economía por el Tecnológico de Monterrey. Comentarios: tingio@hotmail.com

¿Es la familia, la escuela o el capital?

Por Luis Armando Colosio.

Hace algunos meses en este mismo espacio comentaba sobre la lucha demencial por el poder político en México, y como el fenómeno de la corrupción se mezcla con una ambición prosaica y degradante por obtener espacios privilegiados de poder en la administración pública, y en algunas áreas y actividades que generan riqueza económica contaminando irremediablemente el desarrollo y la convivencia normal de la sociedad.


La historia sobre las luchas por el poder nos relata las mismas imágenes que hoy en día estamos viviendo, es el mismo fenómeno que en el umbral del nuevo siglo aparece desafiante y al cuál debemos explorar a fondo y con seriedad para poder darle viabilidad y certidumbre a las próximas generaciones confundidas por la desesperanza, y la degeneración de la política pública y empresarial. En este sentido quiero poner de manifiesto el imponente papel que juega el capital frente a la familia, la escuela, la sociedad, como uno de los elementos que estremece y devora ideologías, tritura principios y valores y que va más allá de la lucha simétrica que debiera ser la esencia en la conducción de los pueblos.


La familia; punto de arranque en la consolidación de valores, la escuela; sublime generador de experiencias únicas, que poco aportan hoy en día a la construcción de una generación de hombres y mujeres forjada en una educación humanista y de calidad; vemos con tristeza y recelo como el capital nos invita todo el tiempo a colocarnos sobre su terreno de lucha: y si aceptamos, ya perdimos antes de empezar. Comparto con quien piensan que su papel es de organizar a los del dinero y simultáneamente, desorganizador de las clases subordinadas. Tienen razón; y no hace ninguna diferencia quién "controla" el estado: mientras exista el estado, el capital lo va a controlar, simplemente porque el estado hoy en día sigue siendo una forma burguesa de relaciones sociales.


Después de todo y a medida que vamos procesando hechos y deshechos relacionados con la vorágine de los censurables acontecimientos que agobian y estremecen día con día a millones de hombres y mujeres a lo largo de la geografía nacional, nos confirma categóricamente que la política subrepticia y su fiel hermano el capital, van de la mano construyendo escenarios que seguramente se confabularan en pro de un inicuo proceso evolutivo ya muchas veces escenificado a lo largo de la historia; solo para concluir mi estimado lector, o dejamos que la historia se repita, y la asumimos simplemente como espectadores, o giramos el timón, donde no nos alcance jamás.

Sunday, November 28, 2004

Cambio Mexicano I

Por Omar Del Valle.

Compromiso Social

Sin duda, México ha cambiado en los últimos 10 años. En repetidas ocasiones he tenido la oportunidad de discutir sobre el desarrollo social y sus implicaciones para el avance de México. Se discute principalmente si el desarrollo económico per se provoca un impacto en el desarrollo social, finalmente llego a la conclusión que las teorías de desarrollo de la política económica y social no son ajenas sino compartidas. Ambas asumen una corresponsabilidad en el actuar de la gestión público privada y de la sociedad civil como otra entidad, como alternativa política para la provocación de mejores cambios sociales y económicos.


Es la corresponsabilidad social la que me convoca hoy a tomar el tema de participación cívica y compromisos. Mucho se ha dicho que si no hay participación comunitaria, si no hay participación de quienes hacen posible su grandeza, no hay esquema de desarrollo que sea válido. Actualmente, en México predomina un desarrollo de participación comunitaria que se gestiona externamente, en el cual se identifican las necesidades de las comunidades y se le asigna un plan con los recursos “adecuados” para hacer frente a la problemática; lo que se propone, es establecer un desarrollo de autogestión dando propiedad a las comunidades a través de la participación en la planeación de sus propias soluciones para hacer frente a sus demandas y conjuntamente diseñar las directrices que harán un desarrollo participativo de todos los actores sociales.

En este contexto de corresponsabilidad, juegan entonces un papel importante la participación cívica, la voluntad de actuar y tomar parte en la construcción de un destino para un país dolido y fragmentado, pero también para un país noble, lleno de causas y riquezas humanas. Por eso resalto la necesidad de la participación cívica con un profundo compromiso social, para sumar voluntades, para multiplicar esfuerzos y no para restar y dividir; para crear alternativas de desarrollo pues de otro modo se estará orillando a mexicanos muy necesitados.


Lamentablemente, el principal obstáculo que enfrenta México es la Indeferencia. Es sin duda una barrera del desarrollo social y humano de nuestro país. Esto es causa de que en muchas ocasiones, cuando los problemas sociales no nos afectan directamente, la apatía y el desinterés surjan como remedio para no participar. Si se desea concretar un nuevo modelo de desarrollo económico y social, se requiere hoy un cambio de actitudes y de sensibilidad ante la situación lacerante de nuestro país; se requiere encontrar los espacios para participar y de no encontrarlos, crearlos.


Cuando se participa cívicamente, cuando se prestan horas de servicio social, cuando se trabaja con las comunidades, los esfuerzos pocas ocasiones son reconocidos e inclusive, a quienes participan intensamente en estas actividades se les cataloga como personas consagradas socialmente. Bien, trabajar para el desarrollo social en México y en cualquier parte no implica necesariamente consagrarse socialmente, implica entender que el país necesita de la participación activa de cada uno de los mexicanos, una participación honesta y con un alto compromiso social.


Es muy sencillo quejarse, reclamar y criticar, es muy difícil formar parte del actuar. Nuevamente, está escasa la voluntad cívica. Parafraseando a grandes pensadores mexicanos “No debemos olvidar que lo que hagamos hoy será determinante para las generaciones futuras, para que ellas, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, fortalezcan su confianza en México, en sus instituciones y en su vida política”.


Y así querido lector, lectora, le propongo pensar: ¿Y a mí, qué me toca? ¿Cuál es mi papel en este desarrollo de país? ¿Qué puedo aportar? Existe, insisto, una corresponsabilidad de cada mexicano en el desarrollo nacional; esto no implica sustituir tareas que les corresponden a otros actores sociales, significa asumir compromisos individuales y colectivos. Culmino con una frase de Octavio Paz. “...Enderezar al País no es tarea de un solo hombre o un grupo sino de una generación (…) El bien, quisimos el bien, enderezar al mundo, no nos faltó entereza, nos falto humildad...”


El autor es Licenciado en Economía por el Tec de Monterrey y cursa la Maestría en Políticas Públicas en la Universidad de Georgetown. Comentarios:

ofd@georgetown.edu